martes, 28 de abril de 2009

estaciones de ida y vuelta

Apunto en el cuaderno: 15:30 en Bruxelles Midi.
Y sonrío.



No sé si con el pelo corto o con el pelo largo, pero seguro que sigue dándole vueltas a sus rizos indecisos y cuando me vea pronunciará mi nombre con esa musicalidad que solo los italianos saben darle. Entonces recordaremos otras estaciones y otros encuentros y contaremos los años que hace que nos conocemos, los meses que han pasado desde la última vez.

¿Y qué haces en una ciudad de lluvia? preguntaré con cautela y Elda me dirá que ser feliz que no es poco y me llevará a casa. Allí esperará Christian y cuando le vea y escuche su acento bávaro retrocederé a mi ciudad del Este, a aquellas madrugadas en su casa, a esa paella que hicimos una vez, a las confesiones frente a una taza de café, y al beso aquel de la noche aquella que acabamos celebrando todos.

Y serán cuatro días pero recuperaremos el tiempo perdido. Mezclaremos nuestros idiomas hasta crear uno propio en el que sólo nosotros sepamos entendernos. Beberemos cerveza, comeremos chocolate, nos haremos fotos junto al Mannenken Pis y cantaremos aquello de Sie haben uns ein Denkmal gebaut...

Dejaremos que pasen las horas hablando de lo que fuimos, de cómo llegamos hasta ahí y de cuanto nos queda aún por caminar. Y volveremos a Bruxelles Midi, a recordar otras estaciones y otras despedidas.

Guardaremos nuestra amistad de ida y vuelta en la maleta y nos despediremos con un abrazo.

viernes, 24 de abril de 2009

Viernes en amor y compañía

Cada viernes llamaba puntualmente a las 9 de la noche. Ella le hacía pasar y le servía una copa de vino mientras terminaba de maquillarse.

- ¿Cómo me ves?
- Muy guapa, ¿nos vamos ya?

Y se marchaban cogidos de la mano. A veces se iban de cena con las amigas de ella, otros viernes quedaban con la gente del trabajo. Más adelante incluso visitaron a sus padres. Pasada la media noche él la acompañaba a casa, se tomaba una última copa de vino al tiempo que ella se desmaquillaba y cuando terminaban de arreglar las cuentas pendientes se marchaba. Y así semana a semana, siempre la misma rutina.

Una mañana en la oficina ella se dio cuenta de que sus días giraban en torno a su amor de los viernes. Que no importaba que los lunes fueran largos, ni los martes grises y aburridos. Que mientras la esperanza de un viernes en amor y compañía inundara el resto de la semana, las cosas irían bien.

Su amiga Marta, la única que lo sabía le preguntó un domingo de lluvia:
- Pero ¿le quieres?
Ella la miró como si no entendiera la pregunta.
- Los viernes Marta, los viernes es cuando le quiero.

Y así pasaron los meses. Hasta que un día él le contó que había encontrado un trabajo que nada tenía que ver con aquello y que se marchaba a Barcelona.
- ¿Te pagan bien?
- Sí, me pagan bien.

Se marchó y los viernes dejaron de ser en amor y compañía. Empezaron a pesar los lunes largos y los martes grises y aburridos y los viernes pasaron a ser el peor día de la semana.

Un mes después recibió una llamada de Barcelona.
- Quiero un nuevo acuerdo- escuchó al otro lado de la línea, con la voz aspera de los viernes.
- ¿Qué tipo de acuerdo?
- Cada viernes paga uno el puente aéreo

(Y así fue hasta que pusieron el AVE Madrid - Barcelona y decidieron cambiar de medio de transporte. Pero eso ya es otra historia...)



Es viernes. Disfrutadlo mucho...

lunes, 20 de abril de 2009

La isla


Si un día desaparezco sin decir nada búscame en la isla. Estaré sentada junto a las rocas viendo subir mareas y pasar veranos. Llevaré un sombrero de paja de ala ancha con un pañuelo azul para desafíar al viento y que no me lo robe. Tendré la piel oscurecida por el sol y la mirada limpia del mar virgen.

Si un día desaparezco sin decir nada ten por seguro que estaré en la isla. Nadie me convencerá entonces de Madrid, ni del trabajo, ni de la civilización y la disciplina. Ni siquiera hablándome de los amigos y las cañas, del ajetreo y la mezcla, de las mil y una posibilidades de ocio urbano. Si lo haces, si tratas de convencerme, te responderé cortando un tomate de verdad, recogido con mis propias manos, y echándolo a una ensalada sin antibióticos. Te responderé leyendo las mil páginas escritas en mis mil horas diarias de tiempo libre. Te hablaré de los cielos con estrellas, del agua transparente, de la felicidad.

Si un día desaparezco sin decir nada, recuerda que estaré en la isla.
Búscame si quieres.
Te estaré esperando.



lunes, 13 de abril de 2009

Se tocan

Se tocan. Se besan. Se cogen de la mano y ya no les importan las miradas, ni los cuchicheos. A nadie ya les parece extraño que desaparezcan de repente en alguna esquina, ni verlos abrazados, ni las miradas cómplices. A nadie le sorprende ya que dejaran de ser amigos para marcharse juntos más lejos.


A nosotras tampoco y porque las cosas no son tan diferentes a como eran antes nos prestamos a un viaje, a unas cartas en la mesa de plástico de un camping o a unas sidras mal escanciadas en alguna playa mojada del Cantábrico. Nos movemos con ellos y los Blues Brother y casi sin querer se nos acaba el tiempo y las vacaciones.

Apiñados en el coche, entre maletas, botellas y chubasqueros, se tocan. Se quieren en los atascos de Semana Santa. Ella tararea alguna canción mala que escupe la radio y él dormido recostado contra la ventanilla le hunde la mano en su nuca, le recuerda que sigue ahí. Nosotras les observamos silenciosas desde el asiento de atrás y afuera Castilla extiende su manto de trigo aún verde, de piedras rotas, de castillos sin reyes. El domingo, la vida y el cruce de sus miradas son tan intensos y lentos como el tráfico de la autopista.

Pero qué más da. Ellos se tocan y a nosotras nos dibuja la soledad una sonrisa triste en nuestros rostros cansados y aburridos. Lo importante es volver rezan los carteles y siento que la vida es como una carretera en plena operación retorno.
Se puede tardar más
Se puede tardar menos.
Pero da igual.
Lo importante siempre es llegar a nuestro destino.
(encontrarse)


martes, 7 de abril de 2009

Madrid - Berlín



Frauke se marchó esta mañana. La llevamos en coche hasta el aeropuerto y durante el viaje hablamos poco y soltamos los típicos tópicos que esta vez eran totalmente ciertos. Se nos fue el tiempo volando, cómo es posible, te acuerdas cuando me dijiste que te daban las prácticas, todo lo que faltaba y mira, ya se ha pasado.

Las puertas correderas de la T1 engullen su cabeza rubia de Bella Durmiente y al llegar al trabajo surgen complicaciones y olvido que de nuevo llegamos al fin, como en tantas cosas. Siempre yendo y viniendo. Siempre empezando cosas que sabemos que se acabarán y que dolerán al final, que dolerán sin remedio.

Frauke está a punto de aterrizar en Schönenfeld, con suerte la ciudad del muro la recibirá con un sol alegre de bienvenida y a los 10 minutos, montada en el coche con Uta, sentirá que está en casa, que nunca dejó de estarlo, que es Berlín.

Y Madrid se quedará de repente muy lejos, como algo abstracto y extraño, como una ciudad mágica que sacó de su sombrero de copa un ilusionista. De repente parecerá que no ha pasado el tiempo y que todo lo que fuimos está a años luz de lo que somos. De repente no importará las cosas que dejamos a medias, los lugares de la lista que dejamos de visitar, las noches de fiesta que no tuvimos, las bocas que quisimos besar y no besamos. De repente habremos despertado del sueño y la vida real nos esperará al otro lado.

Pero habrá un lugar escondido en la memoria en el que las esquinas de Madrid se mezclen con las de Berlín, en el que bajando la Gran Vía lleguemos al Kanal, y podamos bebernos juntas una cerveza junto al Spree. Yo volveré a la caída del sol a mi casa de Chueca y Frauke se comprará un kebap de camino a su casa de la Oranien.

Y en nuestra ciudad imaginada, sin límites ni fronteras, no dolerán ni las distancias, ni el tiempo que se marchó volando.

viernes, 3 de abril de 2009

así fuimos...



Hace unos días estuve con Sandra grabando fotos de México (algo que debería haber hecho hace siglos). 10 meses, con sus días y sobre todo sus noches, guardados y clasificados en 49 carpetas. Y va ya para cuatro años que agarramos la valija y cruzamos el océano en busca del paraíso. Lo que allí encontramos fue una casa roja con jardín, una guitarra que inpiraba canciones en la menor, un percusionista con alas de hada madrina y una ciudad con palmeras. No sé si fue el paraíso pero se le pareció mucho.

Hace unos días, cuando miramos las fotos y no nos reconocimos en ellas, nos vimos más feas de lo que nos recordábamos y aquel México loco más feliz de lo que seguramente fue.

Hacía tiempo que no suspiraba, que no buceaba en busca de la María, pelo largo, piel oscura, 23. Fue tanto el esfuerzo que hizo el olvido, tanta herida la que produjo la distancia, que no me permití ni una licencia.

Pero así fuimos, y al contrario de lo que dice la canción, algo nos han enseñado los años...


Cuento a la vista

Cuento a la vista
La parte niña del vestido a rayas