Y sonrío.
No sé si con el pelo corto o con el pelo largo, pero seguro que sigue dándole vueltas a sus rizos indecisos y cuando me vea pronunciará mi nombre con esa musicalidad que solo los italianos saben darle. Entonces recordaremos otras estaciones y otros encuentros y contaremos los años que hace que nos conocemos, los meses que han pasado desde la última vez.
¿Y qué haces en una ciudad de lluvia? preguntaré con cautela y Elda me dirá que ser feliz que no es poco y me llevará a casa. Allí esperará Christian y cuando le vea y escuche su acento bávaro retrocederé a mi ciudad del Este, a aquellas madrugadas en su casa, a esa paella que hicimos una vez, a las confesiones frente a una taza de café, y al beso aquel de la noche aquella que acabamos celebrando todos.
Y serán cuatro días pero recuperaremos el tiempo perdido. Mezclaremos nuestros idiomas hasta crear uno propio en el que sólo nosotros sepamos entendernos. Beberemos cerveza, comeremos chocolate, nos haremos fotos junto al Mannenken Pis y cantaremos aquello de Sie haben uns ein Denkmal gebaut...
Dejaremos que pasen las horas hablando de lo que fuimos, de cómo llegamos hasta ahí y de cuanto nos queda aún por caminar. Y volveremos a Bruxelles Midi, a recordar otras estaciones y otras despedidas.
Guardaremos nuestra amistad de ida y vuelta en la maleta y nos despediremos con un abrazo.