sábado, 30 de enero de 2010

Gorda



Es verdad todo lo que cuentan. Que las embarazadas tienen un brillo especial, que están mucho más guapas. Es verdad que la barriga que les crece es preciosa y que uno no deja de admirarla con cierto reparo, como si fuera a caerse de un momento a otro, como alucinado de que algo tan simple como la vida pueda surgir de un cuerpecito esquelético y pequeño, de una cabeza llena de complicaciones. No deja de sorprenderme.

Es sábado y ayer bebí demasiada cerveza. Estoy en la cama pensando en niños ajenos, en bebés sin nombre y barrigas llenas de futuro. En las responsabilidades que llegan, en las patas de gallo de los ojos, en el amor que nace por un ser que no conoces pero es tuyo, tuyo y tuyo. Todo me parece extraño, ¿no pasa eso a veces? Nos extrañamos de lo cotidiano, de la vida de pronto, de las cosas que nos pasan sin darnos cuenta, sin saber por qué. Lo normal es extraordinario pero no lo vemos.

Pat está gorda, gorda, gorda. Y feliz.
Pero eso no me extraña para nada.

lunes, 25 de enero de 2010

cine americano versus cine europeo

No puedo remediarlo: siempre me enamoro en el transporte público. Es un chico de mirada oscura que lee una novela de Murakami. Sólo ha existido de Gran Vía a Núñez de Balboa. Pero su recuerdo ha inundado el vagón hasta Diego de León y luego ha hecho el transbordo conmigo, hasta aquí, hasta este asiento gastado de autobús interurbano desde el que escribo.

Si hubiésemos sido protagonistas de una serie americana él se habría bajado en la misma parada que yo, consciente de que no paré de mirarle durante todo el trayecto. Entonces, en las escaleras mecánicas habríamos coincidido y nos habríamos sonreído.

Hola, he notado que me mirabas.
Sí, quería saber que libro leías. ¿Te está gustando?
Sí, mucho. Si quieres te lo presto.
O vamos a tomar un café algún día.
Por ejemplo ahora.
Por ejemplo.

Y ya sabemos como habría acabado eso. Pero por desgracia, o por suerte, esto es la vida real. Aquí los chicos guapos de los que una se enamora en el metro siempre se bajan una parada antes. Todo queda en un juego furtivo de miradas en las que a menudo solo has participado tú. Y cuando te bajas del metro, haces el transbordo infernal de Diego de León mientras alguien toca Let it be al final del pasillo. Luego subes al autobús y a tu lado no se sienta ningún príncipe azul sino un hombre con gesto cansado que respira pesadamente y abre una cerveza mientras te mira descaradamente las piernas. Afuera llueve, el tráfico es lento, el tiempo rápido. Llegarás tarde, y agotada. Te meterás sola en una cama fría, en una casa fría y oscura.

De repente has dejado de ser el personaje cursi de una mala comedia americana, para convertirte en la heroína fracasada de una película europea.

lunes, 18 de enero de 2010

Yo, la más bella...

Nunca creí que acabaría así.
Yo, la más bella del lugar, coqueta, original, preciosa.
Imaginaba un futuro prometedor y era feliz mirando desafíante a todo aquel que se acercara a observarme con ojos de deseo. Yo, tan exclusiva, tan moderna, con ese punto pedante y a la vez gamberro.

Había acabado viviendo justo en el lugar que merecía, en la calle más in de la ciudad más cool. Me sentía segura de mi misma y esperaba, como todos esperamos, esa persona especial que me mirara con ojitos lujuriosos, que decidiera pegarme a su piel y decirme: eres perfecta, que con un simple movimiento de muñeca me hiciera suya.

Pero la llegada de ese alguien que cambiara mi destino, que me llevara a todas partes, presumiendo de mí ante todos, nunca ocurrió. Me quedé sin las mejores fiestas, sin las noches más largas, sin los amaneceres más intensos.
Yo, la más bella.

Ocurrió una noche sin frío. Juro que no los vi llegar: dos seres tenebrosos sin cabeza que se abalanzaron hacia el escaparate como animales hambrientos. No estamos de rebajas, pensé, qué hacen aquí. Luego los cristales rotos y el hambre de hilo, tela y cremalleras acabó con mi figura perfecta, con mi patrón sin errores, con las puntadas llenas de mimo.


Hecha un despojo me encontraron a la mañana siguiente. Alguien me salvó de la basura y en qué momento. Habría preferido morir en la hoguera que convertirme en lo que soy ahora: un vulgar trapo de limpiar. Desde entonces he visto cosas que nunca creeríais.
Yo, la más bella...

lunes, 11 de enero de 2010

historia de amor frío



Mira qué frío hace fuera. Los geranios del balcón tiritan ante la idea de otra noche de hielo y nieve mientras la ciudad se llena de un barro sucio que nos recuerda que no estamos en el paraíso, que esto no es una postal. Mira qué frío.

Y nos quedamos bajo un edredón, calientes. Duermes y yo te observo y tengo los pies helados y quiero tocarte los muslos con ellos, caminarte por tu espalda y sacarte del sueño caliente para que compartas conmigo este frío.

Pero no lo hago y me duermo yo también. Me dejo abrazar. Descanso ante la idea de que hay otra persona en la cama para quitarme la escarcha acumulada entre los dedos a lo largo de los años.

Luego viene el día, el sol, la ducha caliente, la ropa. Una capa, otra, otra más. Los complementos. La calle. Llevas tanta ropa que si volviera a verte desnuda es posible que no te reconociera.

Por eso dejo que te marches con el frío.

martes, 5 de enero de 2010

Madrid (o ese romance que no termina)

Lluvia
Me desperté esta mañana con
unas ganas tremendas de quedarme todo el día en la cama
leyendo. Luché contra ello durante un rato.

Me asomé entonces a la ventana y estaba lloviendo.
Y me rendí. Me dediqué por entero
al cuidado de esta mañana lluviosa.

¿Viviría mi vida otra vez?
¿Con los mismos errores imperdonables?
Sí, a la mínima posibilidad que tuviera. Sí

Raymond Carver



Madrid es un día de lluvia. Aún no llego y todo me lo pone difícil con tanto charco, tanto atasco.

Madrid es un mar de luces rojas que absorbe el autobús que me trae de vuelta a una casa sin salón, a una botella de vino blanco que compartimos en una celebración inventada. Tanto odio olvidado el que guarda esta ciudad, tanto odio que olvidamos, empeñados como estamos en querer querer.

La casa no huele a humo y Charo se sube por las paredes y afuera siguen los coches salpicando y el ir y venir de maletas. Yo deshago la mía, cuelgo los vestidos, las faldas, coloco las medias. Enciendo el ordenador y pienso en palabras y siento que todo se reduce a eso. Este 2010.

Afuera llueve o no. Poco importa.
Madrid es una noche de lluvia.
Purifica.

Cuento a la vista

Cuento a la vista
La parte niña del vestido a rayas