sábado, 31 de julio de 2010

Crecer (Con un año de adelanto y una semana de retraso)


Hay muchas maneras de crecer. En años, en centímetros, en sabiduría.

Gema nunca creció mucho en centímetros. Eso a pesar de la leche que le obligaron a beber toda la vida. Aunque nunca le importó demasiado: jugó al baloncesto, se hizo tupes impensables que aumentaban su estatura, y entre calcio y endocrinos su cuerpecillo de bailarina superó el metro sesenta.

En años crecemos todos inevitablemente. Pero algunos lo aprovechan mejor que otros. Gema me salvó cien veces sobre una balsa de madera en un río imaginario lleno de cocodrilos. Ellos mordían mi pierna y cuando estaba a punto de ser devorada, Gema tiraba de mi y me curaba las heridas. Luego, como si no hubiera pasado nada nos ibamos a ver la tele. Fuimos cajeras mientras sacábamos los platos del lavavajillas, gimnastas artísticas al son del Amor brujo, diseñadoras de moda, presentadoras de televisión emulando a Julia Otero, canguros sumergidos en el río del Soto, asesinas y detectives y otras cien profesiones más.

En sabiduría siempre estuvo por delante. Pero es que es la hermana mayor, y eso viene de fábrica. Por cierto que les diré que ella es rubia y yo morena, ella tiene el pelo liso y yo rizado, ella es de ciencias y yo de letras, pero compartimos escote escurridizo, piernas bonitas y la capacidad de hablar durante horas. Y aunque nos hemos hecho parecidas con el tiempo, yo sigo envidiando su energía, su alegría y el optimismo que no se le agota nunca.

Hace una semana fue su cumpleaños. Celebramos que hace tiempo que dejó de crecer en centímetros, que en años poco importa porque está estupenda y que en sabiduría ha crecido más que nunca. Que ha muerto y ha resucitado.
Y todo con un año de adelanto del propio cristo.

Pero qué quieren, ella siempre fue por delante del resto...

jueves, 22 de julio de 2010

Confesiones de una asesina sonámbula

Me he despertado en mitad de la noche asustada ante la frialdad de la muerte. En mi sueño escondía un cadáver casual bajo mi cama y lloraba arrepentida. Mi padre me abrazaba e intentaba tranquilizarme pero yo sabía que no había nada que hacer. Había acabado con todas las expectativas. Las mías, las de ellos.

He abierto los ojos para escapar de la pesadilla y solo he encontrado miedo. No lo he hecho, ¿verdad? No lo he hecho y nadie ha contestado en la habitación vacía. Tras la duda ha llegado el sueño y el despertador y el trabajo y la vuelta a casa en un tren de cercanías.

A casa y bajo la cama un cadáver.
Pero ya no es de noche y nada me da miedo.

lunes, 19 de julio de 2010

Madrid desierto

La ciudad se va quedando vacía y hace calor. Sin embargo mis geranios secos han vuelto a dar flores. La casa es un caos y mi cuerpo aún se resiente de tanta risa y tanta cerveza. Mi cama sin hacer es un revoltijo de almohadas. Se me quedó un beso en la mejilla colgando, una despedida rápida, casi en sueños, y un avión, que es el principio y el final de todas las aventuras.

La ciudad es un desierto y el cemento se me cuela por el canalillo y me hace sudar. El metro es un paraíso de aire acondicionado y guiris de piel rosada que buscan despistados las siguiente parada. Me siento la única habitante de esta tierra sin tierra, de este fantasma de hormigón que nos atemoriza por las noches y nos condena al insomnio.

Madrid es un desierto y olvidé todas las promesas. Quisiera dejarte en la estacada esta vez. Escapar en un coche rojo con los cristales bajados y mi pelo enredado. Atrás el desierto y el cristal, Gallardón y sus reformas sin árboles. Atrás los besos sin huellas de esta ciudad que hierve como una olla a presión. Atrás los principios que no conocen finales. Las seis letras de tu nombre.

Pero el futuro aún queda lejos.



miércoles, 7 de julio de 2010

Venecia y el diablo

Antes eran los condenados a muerte los que suspiraban en aquel puente ante la última visión de aquella Venecia decadente. Ahora, si lo que dicen los periódicos es de verdad y es para siempre, serán los turistas y los amantes los que suspiren al pasar frente a este monumento empapelado en capitalismo.


Pero no es nuevo. El alma de Venecia fue vendida al diablo hace ya mucho tiempo, convertida en un parque temático del romanticismo y la decrepitud.


Los turistas captaban Venecia con la cámara y se olvidaban de bebérsela con los ojos y con el corazón, de esconderse por callecitas vacías, de pasar del Gran Canal y buscar los locales cochambrosos alejados del gentío. Pero aún podía ver quien sabía mirar, aún podía encontrar aquel que buscaba. Aún no estaba todo perdido.


Tal vez no vuelva nunca a Venecia. La dejaré estática y envuelta en niebla en mi memoria. Con todo lo malo de aquella semana santa que la recorrimos con la torpeza del turista que solo mira el plano, con todo lo bueno de aquel diciembre con nieve, con el sudor del verano y el vino blanco despertando nuestras ganas, con la lluvia de noviembre y la amenaza de una despedida. Con el rumor de la gente y el silencio de sus callejones y su forma de pez que quiere escurrirse y huir.


Escapar.

No ya de la decadencia, eso quedó atrás.

De la desolación.

Del futuro.

Cuento a la vista

Cuento a la vista
La parte niña del vestido a rayas