domingo, 11 de mayo de 2008

Mis guerrilleras

Anoche, mi cuadrilla de soñadoras guerrilleras y yo quedamos para cenar. No era en cualquier sitio, era, por fin, después de tanto tiempo, en casa de Aroa. Qué extraña sensación. Una casa propia, un lugar futuro, en esta vida sin anclas en la que me muevo, de repente, algo seguro, que permanece, algo a lo que aferrarse...

La casa me encanta. El portal es viejo, con paredes descascarilladas, mucho espacio, poca luz, una escalera serpeteante, un patio precioso que hay que cruzar para llegar a ella.
Es tan alemán, es una casa tan berlinesa (en el hinterhof).
Así que en este sábado de lluvia nos cruzamos Malasaña con un vino y helado de postre y llamamos al timbre. Cuatro locas, y una rubia (también loca) abriendo la puerta de su casa. Los abrazos y grititos habituales, toda esa ñoñería que nos acompaña, ese amor que destilamos, esa necesidad de nosotras mismas, esa familia que fuimos, que somos...

Y de repente han pasado mil años y parece "siempre" que estuvimos en Madrid, y parece "siempre" que nos conocimos. Pero solo hemos recorrido una distancia muy corta, unos pocos años, un océano, un trópico y una casa con jardín. Y me pesan los años. Me da igual que la gente me diga que somos jóvenes, me da igual serlo, o no, porque siento que de pronto, la vida ha corrido mucho y yo me quiero imaginar en mi salón cordobés, con mis sillas de plástico, verde, azul, rosa y blanca ( y otra azul para el Church) y mi colchón sobre el suelo, y nuestras telas, y la guitarrilla, el pelo largo y el flequillo corto y tanto que aprender, pero no puedo porque está tan lejos que ni siquiera duele, simplemente quedó, lo perdimos, igual que se fue perdiendo el resplandor de las miles de luces del monstruo DF, aquella tarde-noche de agosto, desde el avión que me expulsó del paraíso.

No me siento vieja, no, sólo corriendo veloz hacia sus brazos.
Y pasa un año de Berlín, y dos que volví de México, y tantos de mi habitación naranja con colchón sobre el suelo y las mejores salchichas de Alemania. Todo está muy cerca y muy lejos y la gente tiene hijos y habla de ellos, y nosotras mientras discutimos sobre la conciliación laboral, sobre el derecho a decidir. Y estamos en Mayo y hace seis que me mudé a Chueca y seguimos contando. Sin darnos cuenta. Volando, día tras día, poco a poco, pasan las semanas, inauguramos casas, cambiamos de trabajo, nos enamoramos y desenamoramos, cuplimos años, descubrimos las primeras patas de gallo, las ojeras que ya no se van, las conversaciones que cambian, las cenas, que ahora son con vino.

De repente me siento como cuando tenía 13 años y todo el mundo a mi alrededor quería crecer, besar bocas y marcar pechos, y yo tan solo esperaba esconderme bajo la manta y que el tiempo no se acordara de mí.

De nuevo, el tiempo...
Acechando.



Y mis guerrilleras, conmigo, luchando en el mismo frente...
Haciendo que duela menos.

13 comentarios:

Benny dijo...
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Anónimo dijo...

No hay nada mejor que contar con un grupo de guerrilleras que sean tus aliadas en cualquiera de las batallas...
Saber que cuentas con ellas, es el mayor de los privilegios, y te lo digo yo, que cuento con un grupo muy parecido: cuatro brujas de colores con las que me complemento y que me salvan.

ETDN dijo...

Tu texto, con Isma de fondo, remueve también mi pasado, del que no queda nadie salvo en recuerdos que tal vez no merecen, mis amigas, que no lo eran tanto, quedaron en el camino y dejaron alguna herida. De paso se estremece también mi presente, que quiere llenarse pero todavía no lo consigue del todo. Y me digo que no hay que desesperar, que aún hay esperanza en el futuro que seguro que nos traerá sorpresas y cosas buenas...

Y, otra vez, pienso, que en el patio de Aroa siempre cae la lluvia. Menos mal que en su casa brilla su luz.

bss

(buff, sí que me ha puesto melancólica el texto, es que lo cuentas taaan bien...)

Anónimo dijo...

Solo el que añora sabe que ha vivido.

AROAMD dijo...

que no cunda el pánico, guerrillera

no nos hacen crecer cosas como una casa
lazo a madrid
nos hace crecer empezar a pensar distinto
dejar de derrapar por los pasillos
quitarse las medias rojas y los sombreros y las ligas
dejar de atormentar con nuestras canciones a todo aquel que no estuvo allí
dejar de discutir a muerte por cosas que ya discutimos ayer
y reír
dejar de mirar la lluvia tras las ventanas sin evitar sentir nostalgia de otra lluvia más tenue, más duradera
dejar de recordar la silla de plástico azul

(y también pensar que para escuchar a Ismael pasó ya el tiempo, él, que tanto canta a la nostalgia)


besos
siento que tengo mucha suerte, por lo que va a venir, pero también por aquello que ya no está, que pasó, se fue

María a rayas dijo...

mmm jarecilla...pues yo de momento no pienso quitarme las medias rojas así que parece que me quedaré en el reino de nunca jamás al menos una temporadita...

no quiero volver a donde estuve, sólo quiero que deje de estar cada vez más lejos ese tiempo...supongo que me pasa siempre cuando se va el invierno, que parece tan largo y que después se me hace tan corto...

y sobre Isma...es que me pone triste, por eso no me gusta escucharle, porque hace tiempo que decidí que mi apuesta era por la alegría, que ya tenía yo suficiente nostalgia dentro como para que vinieran a fomentarla...

brujaroja, cuanta razón...no hay nada mejor...

ETDN no hay que desesperar, no, lo bueno está por llegar...

Magapola, añorar, algo a lo que yo soy adicta, demuestra que has vivido sí, pero hay que reconocer que a veces es un coñazo, no te parece?

comentario suprimido...¿cómo has hecho para meterme un virus en el blog?? eso es algo que les pasa siempre a los otros...grrrr!!!

Gemma dijo...

Veamos:
"Una casa propia, un lugar futuro, en esta vida sin anclas en la que me muevo, de repente, algo seguro, que permanece, algo a lo que aferrarse...".

Desde luego, una casa te salva del tiempo, porque es sólida (suele serlo).

El tiempo acechante es que no sabe hacer otra cosa, el pobre. Para vencerlo hay que ningunearlo en lo posible. Así da menos la lata. En cuanto a las arrugas, qué te voy a decir.
Un abrazo,

Anónimo dijo...

¡Jajaja! ¡Sí, un coñazo el añorar! Pero es que a mí me da por añorar con una copita de vino delante, entonces hasta es divertido, y si hay compañía mejor ;)

FBlack dijo...

Bueno así es la vida...viajes, conoces, aprendes, te enamoras, te desenamoras, te diviertes, te aburres y añoras...luego empieza otro ciclo y vuelves a añorar...y volvemos al clásico de "cualquier tiempo pasado fue peor"...pero todo sigue y nosotros evolucionamos y nos adaptamos a las nuevas circunstancias. Lo importante es no bajarse del tren y seguir, si se puede acompañado de esas "guerrilleras" en tu caso, hasta que algún dia ese tren definitivamente se pare.
Saludos!

Avan dijo...

Pues yo he de decir, y espero no desencadenar odios exacerbados hacia mi persona virtual, que a mi Ismael Serrano más que nostalgia me desencadena risa. Escuchaaarle alaaaargandoooo las vocaleeees me resulta súper coomico.

NáN dijo...

la propia palabra lo dice: "No Stalgia". Claro que luego siempre hacemos lo que peor nos sienta.

Anónimo dijo...

Sí, es una faena posiblemente, pero al final caí en la tentación. Es que este era bonito, y ... bueno... no sé... Que al final he concedido los premios, y que si quieres, pues hay uno para ti...
(Y luego tú, pues ya tú misma... haces lo que te parezca)

Víctor González dijo...

Extraño cóctel ese del tiempo. Unas mañanas aparece dulzón, otras demasiado seco, otras cargado de alcohol en demasía, y siempre lo bebemos hasta la última gota.
Saludos

Cuento a la vista

Cuento a la vista
La parte niña del vestido a rayas