Le gustaba trabajar con las manos. Arreglar aparatos inservibles. Deshacer sus entresijos y llegar a sus entrañas. Entender cómo funcionaban por dentro. Volver a rehacerlo todo y guardar el secreto. Vivía solo desde que ella se había marchado. Vivía solo y rodeado de viejos cachivaches en una cabaña junto a un río, cerca de la montaña.
Un domingo como otro cualquiera se acercó a la ciudad a visitar el mercado y ahí estaba. Esperando su oportunidad. Esperando una mirada de deseo como aquella. La vieja Olympus languidecía desde hace tiempo en el puesto de antigüedades del viejo escritor. Nadie quería ya recorrer sus teclas, ni oler su tinta, ni disfrutar con su traqueteo sobre el papel. Hacía tiempo que había perdido la guerra contra la informática y lo asumía sin melodrama. Moriría oxidada y cubierta de polvo en un desván lleno de cosas inútiles.
Pero entonces llegó él y comenzó a mirarla, a tocarla incluso.
Era bonita, tenía algo.
La compró.
Algunos días más tarde la puso a punto. Comprobó cada una de sus teclas, las que servían, las que no. Se enredó entre las clavijas y los rodillos, deshizo el rollo de tinta, lo volvió a enrollar. Buscó entre los cajones algún papel y sacó una cuartilla amarillenta. Comenzó a escribir. Solo por probarla, solo para ver.
Lo que de las teclas de la vieja Olympus salió fue una colección de personajes llenos de vida. Salieron del papel amarillento e invadieron su casa.
Nunca más volvió a estar solo.
Un domingo como otro cualquiera se acercó a la ciudad a visitar el mercado y ahí estaba. Esperando su oportunidad. Esperando una mirada de deseo como aquella. La vieja Olympus languidecía desde hace tiempo en el puesto de antigüedades del viejo escritor. Nadie quería ya recorrer sus teclas, ni oler su tinta, ni disfrutar con su traqueteo sobre el papel. Hacía tiempo que había perdido la guerra contra la informática y lo asumía sin melodrama. Moriría oxidada y cubierta de polvo en un desván lleno de cosas inútiles.
Pero entonces llegó él y comenzó a mirarla, a tocarla incluso.
Era bonita, tenía algo.
La compró.
Algunos días más tarde la puso a punto. Comprobó cada una de sus teclas, las que servían, las que no. Se enredó entre las clavijas y los rodillos, deshizo el rollo de tinta, lo volvió a enrollar. Buscó entre los cajones algún papel y sacó una cuartilla amarillenta. Comenzó a escribir. Solo por probarla, solo para ver.
Lo que de las teclas de la vieja Olympus salió fue una colección de personajes llenos de vida. Salieron del papel amarillento e invadieron su casa.
Nunca más volvió a estar solo.
14 comentarios:
Que bonita historia, María.
De la soledad a la buena compañia en un teclear de Olimpus.
Muakk
¡Ay Dios! Me estoy riendo, porque en vez de la vieja Olympus, había leído "La vieja de Olympus" como si fuera algún pueblo griego o algo por el estilo, ¡ja,ja,ja! (¡que lástima me doy!).
Una vez subsanado el error anterior coincido con Anita que la historia es preciosa, que un objeto te regale compañía es algo fabuloso, como ahora me sucede a mí con mi "Dell Vostro" que algún día (no muy lejano) también estará desfasado por gordote y pesado.
Muacccc
PD. Efectivamente estabas fuera de Madrid cuando huí allí. Al menos eso se desprendía de tu entrada. Fuí en Carnavales.
No sé por qué pero siempre me llegan hondo tus escritos. Un placer. Y en cuanto a cómo lo haces, este párrafo:
"Nadie quería ya recorrer sus teclas, ni oler su tinta, ni disfrutar con su traqueteo sobre el papel. Hacía tiempo que había perdido la guerra contra la informática y lo asumía sin melodrama. Moriría oxidada y cubierta de polvo en un desván lleno de cosas inútiles", me parece genial.
Un beso.
Salud y República
Salud y República
Real como la vida misma. Cuántas cosas no habrá por ahí que vamos despreciando sin haber calibrado su auténtico valor, todo cuanto atesoraban. A mí me gustó tanto como a Rafa. ;-)
Beso grande
(Mi abuelo es ese señor que has descrito sin saberlo...)
Esta vez te has salido, pelirroja dentona.
La soledad poblada para que los demás no estemos solos. Da gustito que pueda haber gente así. Como el escritor, como el nuevo escritor, como tú escritora.
Anabel!menos mal, menos mal...que ya estaba preparando todo mi ejército y la ira de los mares contra tí ;)de hecho ya te había echado un maleficio para que confundieras títulos y alguna que otra cosa más maligna que irás descubriendo...(veo que ha dado resultado! que buena soy haciendo encantamientos maleficos...)
ay, que es que es viernes y hace un sol taaaan bonito que me da por decir tonterías varias...
Rafa, nunca te lo he dicho, pero en esa foto que tienes ahora en el perfil te pareces mucho a mi padre...y ese párrafo...pues sí, creo que a mí también es el que más me gusta...
un gran señor tu abuelo, Mega, le saludaré si otra vez vuelve a asomarse a mis relatos y le preguntaré por Megamaga niña...(que me cuente cotilleos y esas cosas...jijiji)
Anita...ya sabes que la soledad es algo que está en nuestra cabeza...cada uno encuentra la compañía donde quiere y como quiere...
Nan...jiji, me ruborizo...lo que da gusto son los comentaristas estos que me he sacado de...(de la manga?de la blogosfera? de Malasaña y más allá...?) voy a tener que subiros los honorarios...
un beso fuerte para todos
Un besote. Me encanta.
Hola María somos dos de Valdelagua City que tenemos ganas de verte. Nos encanta lo que escribes. Todos los días nos metemos en tu página para ver que sorpresa nos tienes. Un beso
estas fantastica en el fondo de pantalla
Hola mi niña... me volvi a meter en busca de algo nuevo. y siempre me sorprendo!como estas princesita?aqui ya te contare en un mail mas trnquilo. besos
Tiene algo de blade runner y el tipo que aficionado a los robots, se contruía amigos por toda la casa.
Los mecanismos tienen algo escondido entre sus piezas, algo muy valioso, como un tesoro perdido o una voz que puede contarte mil cosas, algo infimo y enorme, que algunos adoramos bajo los ojos burlones de los demás.
uy, pues qué casualidad, yo conozco a un par de Valdelagua City a los que también tengo ganitas de ver (pero este finde no tengo puente así que no va a poder ser...)¿no los conocereis por casualidad??? Viven en una casa chachipiruli y son bien majetes...jijiji...por cierto la casa on-line del vestido a rayas (chachipiruli también por supuestooo) está encantada de recibir tan a menudo vuestra visita ;)
Ay Leire...que te estás animando con esto del blog...(así me gusta)Por cierto también me gusta que me llamen princesita...(por cursi que suene...)
Qué ilusión...!!
Gema, fantastica yo? sieeempre...antes muerta que sencilla ;)(como tú...)
Microalgo..me encanta que te encante!
Golfo...pedazo análisis!A mi me encanta ir al origen (como al prota del relato)y conocer todos los porqués y los motivos. Aunque a veces también es bonito no conocerlos y creer en la magia...¿no crees?
bienvenido al vestido a rayas!
un abrazo a todos
Entrañable como sólo tu sabes serlo, como aquellos guantes de boxeo de Portugal, y encima los personajes no andan en busca de un autor.
Beso grande.
Gracias Víctor!
un abrazo!
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