Parece imposible, pero hasta hace nada no tenía ni idea de lo poco que conocía a mi sombra, compañera fiel con la que nunca hablaba, a la que nunca preguntaba, a la que solo miraba buscándome en ella sin darme cuenta de que tenía vida propia, de que se escapaba mientras dormía, de que huía a vivir su propia vida con otras sombras extraviadas, pendiente siempre del reloj, atenta siempre a todos mis despertares.
Hace algunas semanas sin embargo, cuando me levanté para ir a trabajar, no había vuelto. No me di cuenta al principio, la verdad, sólo cuando entré en la ducha y la lámpara que pende justo encima de mi cabeza no proyectó dibujo alguno a mis pies me sentí un poco acongojada.
La busqué debajo de la cama por si acaso, dentro del armario, entre los chocolates de la despensa y los libros de la estantería. Nada. Sabiéndola perdida y consciente de que ya iba a llegar tarde al trabajo me senté en el balcón a esperar. Lo que vino después fue una sensación inquietante y desgarradora. Algo que no se parecía a nada: de repente estaba sola, terriblemente sola, verdaderamente sola, por primera vez. Sin mi sombra proyectándose entre los barrotes. ¿Y si no vuelve?
En realidad quién necesita una sombra, para qué sirve. Pero no me tranquilizó nada esa reflexión. Todo el mundo sabe que el mejor lugar al que mirarse y descubrir camino a la oficina si los rizos han amanecido escurridos ha sido, y será siempre, la sombra propia. También el mejor espejo al que asomarse las noches de desvelada, porque no muestra nunca las ojeras, ni las patas de gallo, ni la tristeza en la mirada.
Cigarro tras cigarro fue pasando la mañana en mi balcón. Pasó el día pero no la congoja. A quién acudir en estos casos. A quién contarle que se me ha perdido la sombra, que no ha vuelto a casa, que lo mismo le ha pasado algo...
Hace algunas semanas sin embargo, cuando me levanté para ir a trabajar, no había vuelto. No me di cuenta al principio, la verdad, sólo cuando entré en la ducha y la lámpara que pende justo encima de mi cabeza no proyectó dibujo alguno a mis pies me sentí un poco acongojada.
La busqué debajo de la cama por si acaso, dentro del armario, entre los chocolates de la despensa y los libros de la estantería. Nada. Sabiéndola perdida y consciente de que ya iba a llegar tarde al trabajo me senté en el balcón a esperar. Lo que vino después fue una sensación inquietante y desgarradora. Algo que no se parecía a nada: de repente estaba sola, terriblemente sola, verdaderamente sola, por primera vez. Sin mi sombra proyectándose entre los barrotes. ¿Y si no vuelve?
En realidad quién necesita una sombra, para qué sirve. Pero no me tranquilizó nada esa reflexión. Todo el mundo sabe que el mejor lugar al que mirarse y descubrir camino a la oficina si los rizos han amanecido escurridos ha sido, y será siempre, la sombra propia. También el mejor espejo al que asomarse las noches de desvelada, porque no muestra nunca las ojeras, ni las patas de gallo, ni la tristeza en la mirada.
Cigarro tras cigarro fue pasando la mañana en mi balcón. Pasó el día pero no la congoja. A quién acudir en estos casos. A quién contarle que se me ha perdido la sombra, que no ha vuelto a casa, que lo mismo le ha pasado algo...
Cuando la ví aparecer por la calle me sentí aliviada. Primero. Luego enfadada. Después preocupada (tenía un aspecto lamentable). Finalmente feliz, a pesar de. Sombra no estás bien. Y le curé una a una sus heridas, mientras me contaba su desgracias de sombra maltratada. No tenía a quien acudir, y no ha sonado a reproche, pero yo lo he sentido así.
Desde entonces hablo a menudo con ella y nos va bien. La convencí para que terminara con esa sombra nocturna y violenta con la que solía salir, pero ella, reincidente, continuó pegada a él una y otra vez. Así que me puse drástica. Cambié mi trabajo por uno nocturno y ahora duermo por las mañanas. Ella ya no puede verle nunca y va sanando poco a poco su amor propio ultrajado. A veces, cuando la veo atusarme los rizos bajo las farolas camino del trabajo, me parece incluso que vuelve a ser feliz. Y me gusta.
Algunos dicen que he salvado a mi sombra, que qué buena soy. Pero nadie entiende lo que yo sentí en aquel balcón mientras la esperaba. Nadie entiende que el verdadero motivo de que tengamos sombra es poder sentirnos acompañados siempre.
Es recordar en todo momento quienes somos.
11 comentarios:
Que precioso y, sobre todo, original... como Peter Pan buscando su sombra.
Me ha encantado
saludos y salud
Que homenaje tan bonito a esa compañera que casi nunca se separa de nosotros (bueno, la tuya ya veo que sí :D)Me alegro que hayas encontrado una buena estratégia para no perderla más ;D. Bonito de verdad.
"Muda como sigilosa
se mueve a mi alrededor
se desprende de mi cuerpo
y me dice que soy yo.
Mi sombra viene conmigo
sin saber a dónde va
no se queja por el tranco
ella me sigue no más.
Muchas veces va delante
y me imita al caminar
y no me pierde de vista
cuando camina detrás.
Hay sombras que palidecen
dentro de la oscuridad
y otras que tienen luz propia
nadie las ha de apagar(...)"
"Chacarera de mi sombra". Me encanta esta canción ;D
Muakk
Me alegra que tu sombra volviera. Estaba preocupada, muy preocupada. ¿Se dio cuenta alguien de que había huído? ¿Te miraron de forma extraña?.
A partir de ahora trataré a la mía con más cariño y decoro, por si las moscas.
En una entrevista de trabajo...
-¿Y por qué decidió Ud cambiar de trabajo?
-Porque quiero salvar a mi sombra.
...magnífico.
Yo la contrataba. No se explicar por qué pero la contrataba.
Álvaro, la sombra de Peter Pan era bastante rebelde pero esta me da a mi que más que rebelde es un poco enamoradiza y le gusta vivir la noche...qué hacemos?
Anita, bonita la letra de la canción, y muy apropiada la verdad!
Anabel, como me quede esperando en casa nadie se dio cuenta de que faltaba mi sombra pero seguro que con lo poco que nos fijamos los unos en los otros (al menos en Madrid...) nadie se habría dado cuenta. ¿apuestas algo?
Pues si Golfo, la sombra será el próximo argumento que utilice en alguna entrevista futura...quien sabe...
un abrazo a todos!
¡Qué mala sombra!
Malherida por un mal amor!
Felicidades, querida Marcella (osea, tu sombra, ji). Me ha parecido una historia muy esperanzadora y verdadera.
(He estado estos días de viaje y por eso no pude leerte.)
Besos
Y la foto ¡me encanta!
Mega!precisamente la idea de escribir algo sobre la sombra surgió de tu post de hace un par de semanas... (la mía no tiene coletas pero se atusa rizos...;)
¿dónde viajaste esta vez???Tú también eres un poco Willy Fog...
Nán...mala sombra no, poooobre...mala sombra la otra, la que la dejó malherida de amor...
un beso a los dos!
(A Tubinga, una pequeña ciudad alemana en la que vivieron nada menos que Hölderlin, Hegel y Hesse. Más ji.)
mmm...
dicen que es preciosa.. (aunque nunca la caté...el sur de Alemania es mi asignatura pendiente...)
besos
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