sábado, 4 de enero de 2014

Resaca



La ciudad está llena de abetos abandonados. Fueron los protagonistas de la fiesta apenas un segundo. Su gloria de espumillón y luces de colores duró apenas un minuto y ahora se pudren en las calles de esta ciudad mojada. El Amor se queda mirando con pena aquellos que fueron y se han desvanecido, los señala con el dedo, les llama por su nombre y luego continúa pedaleando.

La ciudad está llena de botellas rotas, fragmentos hirientes de vidrio verde de mal champán que ahora parecen trampas mortales para ciclistas valientes. La algarabía humana es en cierto modo así. Alegre, ostentosa y asquerosamente sucia. Todo está repleto de basura. Son los restos de una fiesta en la que ningún vecino se quejó porque todos estaban invitados.

La ciudad se llenó de niebla cuando llegó la medianoche y al fondo la torre de la televisión fue un fantasma primero y luego, simplemente desapareció. El cielo era una fiesta y los cohetes, como antaño los ábetos abandonados, brillaban en su momento de gloria, justo antes de desaparecer. Allí, aturdida por el estruendo, sobrecogida por la luz, el futuro parecía una carcajada salvaje. Tócalo. Es tuyo. Disfrútalo. Es un jolgorio. Emborráchate y sé feliz.

Pero el presente que quedó pasada la primera noche tenía forma de pegotes de cartón adheridos a la acera. De bicicletas pinchadas abandonadas en las esquinas. De tristes árboles de Navidad desnudos y vomitonas entre los coches.

Y aquel futuro que brillaba en forma de fuegos artíficiales acabó convertido en ceniza como estos.
Flotando en el cielo sin rumbo fijo.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno parece que el año nuevo presagia que Marcella vuelva a la carga.
Marcella, los adultos tambien quieren leerte. Por favor ten en cuenta esta solicitud y vuelve a hacernos disfrutar ademas de con Cuento a la Vista con este rincón tan bello.

Gemotik

Anónimo dijo...

Y en su entorno, un árbol engalanado en su momento de gloria luchaba por atraer la atención de Marcela, a quien la tristeza por los ya abandonados y el aturdimiento de un futuro esclavo de las expectativas no dejaban ver. Así que el abeto se acurrucó en silencio imaginando que quizás él ya había sido protagonista en su mente, cuando Marcela aún esperaba conocerlo. O que lo sería pronto, una vez estuviese desnudo y fuese objeto de la lástima. Y fue feliz, en el único momento que realmente existe. En su presente.

Cuento a la vista

Cuento a la vista
La parte niña del vestido a rayas