jueves, 7 de junio de 2012

A veces

Y no te pasa a veces que una fuerza extraña te oprime el tórax, justo ahí, sí, señalas bien, debajo del pecho y no te deja respirar y te agota. Y esa fuerza a veces se te sube a los ojos y tienes ganas de llorar desconsoladamente como si el mundo se hubiera descalabrado por un precipicio y tú fueras detrás, cayendo también.

Y no te pasa a veces que eso te ocurre con las manos llenas de espuma en la cocina, o esperando un autobús en plena Gran Vía, o recorriendo un desierto, o luchando contra dragones, o esperando la sonrisa que te hace sonreír. Y te pilla así, con las defensas dormidas, sin haber preparado las trincheras desde las que disparar contra esa tristeza.

Y no te pasa a veces que cuando eso ocurre lo bello te pone triste, la dulzura araña como una gata en celo, el sol te hace daño a los ojos y duele mirar las estrellas que deslumbran en el cielo oscuro de una noche de verano. Y ese dolor impreciso se extiende por el resto del cuerpo, debilita tus dedos, afloja tus rodillas, hace girar tu cabeza.

Y entonces, qué. Dejas que las lágrimas te recorran, te remueves por dentro, sales corriendo y te arrancas las entrañas y te dejas caer como si pudieras escapar del cuerpo. Como si pudieses abandonar tu mente, como si te sacaras de dentro esa angustia que te oprime como un corsé.

Y luego, simplemente, sigues fregando, te subes al autobús, llegas al oasis, matas dragones y besas a la sonrisa que te hace sonreir. Y todo pasa. Sin más.

1 comentario:

NáN dijo...

Te entiendo. Te sientes

absurda, como una belga por soleares
sola, como una poeta en el aeropuerto.

Si ya lo dijo el Maestro

Cuento a la vista

Cuento a la vista
La parte niña del vestido a rayas