El domingo dura apenas una hora de sol. La que aprovecho para buscar un regalo. Para comprarme calcetines. Al estrenarlos, después, cierro los ojos y deseo con fuerza.
Pero qué.
Si todo es perfecto.
(Del lat. dis, des-, y mantellum, velo, mantel).
1. tr. Echar por tierra y arruinar los muros y fortificaciones de una plaza.
2. tr. Clausurar o demoler un edificio u otro tipo de construcción con el fin de interrumpir o impedir una actividad.
3. tr. desarticular (‖ desorganizar la autoridad una conspiración).
4. tr. Desamparar, abandonar o desabrigar una casa.
5. tr. Mar. desarbolar.
6. tr. Mar. Desarmar y desaparejar una embarcación.
Como si hubiera sido mi cumpleaños, ayer me regalaron dos cosas. El cuaderno de notas (de viaje) sobre el que escribo esto (y que guardaba una carta de amor y morriña que no encontré hasta hoy) y una pequeña maleta de cartón con animales. Yo creo que es una fiambrera para meter el bocata del recreo, pero Frauke dice que no, que es un maletín donde guardar ideas para hacer mi estancia en Berlín lo más productiva y creativa posible. Frauke cree en mi mucho más que yo misma. Confía en que haga lo que he venido a hacer y mucho más.
En Berlín hace hoy un sol espléndido, un calor suave, una brisa ligera. He salido con la bici buscando el parque y lo he encontrado mucho más verde de lo que lo recordaba. Hay cosas que han cambiado: si Fran siguiera viviendo en el mismo edificio (en la misma ciudad) habría tenido que contratar Internet porque han cerrado el bar de modernos al que le robábamos la conexión. Su edificio, además, es ahora blanco, Las bicicletas siguen amarradas al mismo palo, y no sé que hacer con ellas. Si dejarlas ahí, como un monumento a ese tiempo que compartimos en la ciudad del muro, o romper las cadenas y llevarlas al desgüace. Todo está lleno de graffitis. Eso no ha cambiado, pero intuyo que mi mirada sí. Berlín es feo, pero está tan lleno de vida a una hora cualquiera de un día cualquiera que me pregunto hasta cuando durará esta vida bohemia. Esta ciudad al sol.
El regalo de Frauke está todavía vacío pero pronto se llenará. Berlín es una musa coqueta y seductora que intuyes más que conoces. Por un momento pienso en que cojones hago aqui, sola, pero enseguida ocurre algo: una bici con cesta que pasa a mi lado, una pareja rubia que arrastra un carrito con un niño rubio dentro, una guardería que abre sus puertas, el viento haciendo sonar con fuerza una sinfonía de árboles, y entonces todo tiene sentido. Hay un motivo. Una maleta verde con jirafas, monos, leones y cebras a la espera de ideas, de experiencias, de palabras.
Muchas palabras y una ciudad.
Suficiente
Antes eran los condenados a muerte los que suspiraban en aquel puente ante la última visión de aquella Venecia decadente. Ahora, si lo que dicen los periódicos es de verdad y es para siempre, serán los turistas y los amantes los que suspiren al pasar frente a este monumento empapelado en capitalismo.
Pero no es nuevo. El alma de Venecia fue vendida al diablo hace ya mucho tiempo, convertida en un parque temático del romanticismo y la decrepitud.
Los turistas captaban Venecia con la cámara y se olvidaban de bebérsela con los ojos y con el corazón, de esconderse por callecitas vacías, de pasar del Gran Canal y buscar los locales cochambrosos alejados del gentío. Pero aún podía ver quien sabía mirar, aún podía encontrar aquel que buscaba. Aún no estaba todo perdido.
Tal vez no vuelva nunca a Venecia. La dejaré estática y envuelta en niebla en mi memoria. Con todo lo malo de aquella semana santa que la recorrimos con la torpeza del turista que solo mira el plano, con todo lo bueno de aquel diciembre con nieve, con el sudor del verano y el vino blanco despertando nuestras ganas, con la lluvia de noviembre y la amenaza de una despedida. Con el rumor de la gente y el silencio de sus callejones y su forma de pez que quiere escurrirse y huir.
Escapar.
No ya de la decadencia, eso quedó atrás.
De la desolación.
Del futuro.