viernes, 9 de mayo de 2008

El viejo boxeador

Sus guantes, aquellos con los que había noqueado a muchos de sus contricantes, con los que se había dirigido triunfante a un público que gritaba su nombre, ésos que habían dado sentido a su vida en un momento en que la vida era algo muy diferente, descansan ahora en un baúl que cada domingo Maribel abre en la Ribera de Curtidores. Junto a él sombreros antiguos, bastones, viejas fotografías, cajas de madera, libros amarillentos. Cosas, en fin, que sólo valen porque son viejas. Al contrario que él, veterano boxeador que la memoria ha olvidado, que no vale precisamente por ser viejo.

El viejo boxeador camina entre la multitud que se mueve pesadamente entre los puestos del Rastro y de repente están ahí, no podría confundirlos aunque quisiera, no podría. Se abre la caja de Pandora, todos los recuerdos y el viejo boxeador siente que los navajazos del tiempo duelen más que cualquier gancho de derecha aplastando su pómulo izquierdo. Observa sus manos insultantemente desnudas, acaricia su cara sin moretones. Nada duele y sin embargo el alma le hace daño al intentar salir de ese cuerpo cascado, de ese tiempo despiadado, de ese Rastro cruel que cuelga sus guantes de boxeo sobre un perchero de madera y apenas pide por ello un puñado de euros.

El viejo boxeador no lo ve venir. Es el último asalto, el último golpe, el que le pilla desprevenido y le deja tendido sobre el ring de asfalto. El sol quema con fuerza en lo alto, la gente mira, pero pocos se paran.

Unos metros más allá, Maribel busca sin éxito los guantes de boxeo.
Pero éstos ya no están.
Simplemente, han dado su último golpe.


9 comentarios:

Víctor González dijo...

Conocí un boxeador anciano cuando era un rubiales de seis años, Paulino Uzcudun me dijo mi padre, y el recuerdo de sus pupilas mirándome con expresión de inexpresión ha vuelto a mi cabeza al leer este relato duro como un gancho al mentón y tierno como los recuerdos de nuestra infancia.
Volveré a visitarte pronto.

RGAlmazán dijo...

Sí, haber sido boxeador es algo que imprime carácter hacia la nada.

Salud y República

Anónimo dijo...

La novela que estoy leyendo estos días (en cuanto termine hablaré de ella) tiene un protagonista ex boxeador. Me ha conmovido tu historia. Los objetos tienen a veces tanta vida, que son cualquier cosa menos inanimados (vamos, que tienen más alma que algún desalmado que yo me sé)

Anabel Rodríguez dijo...

Me gustó mucho el relato. Subyace cierta nostalgia por haber sido y ya no ser.
Besos

María a rayas dijo...

brujaroja, los objetos tienen la vida que nosotros les damos, y quizá nos empeñamos en darle demasiada...nos da pena tirar cosas, que se nos rompan o se nos pierdan, aunque no valgan nada, pero el lugar al que nos lleva, el recuerdo que nos remueve, esos otros nosotros que nos habitaron y ya se han marchado..eso es lo que duele...

nunca conocí a un boxeador, víctor, pero imagino lo que tuvo que ser esa experiencia siendo niño...la verdad es que no tengo ni idea de boxeo, pero la foto (que es de Portobello y no del Rastro) me gustó mucho y quería escribir sobre ella...

un abrazo muy fuerte a los cuatro en este terrible y lluvioso sábado madrileño...

ETDN dijo...

Muy bueno el relato.
Me sorprende leer que la foto es de Portobello, tengo un perchero igual, aunque le faltan los guantes ;))

bss

Gemma dijo...

Muy buen relato, María. Mi fragmento preferido:
"Se abre la caja de Pandora, todos los recuerdos y el viejo boxeador siente que los navajazos del tiempo duelen más que cualquier gancho de derecha aplastando su pómulo izquierdo".

A veces, pelirroja, das unos ganchos que me dejan noqueada...

NáN dijo...

En mi casa comió una vez Fred Galiana. Yo debía tener 8 años y él se empeñó en hacer lo que hacen los boxeadores con los niños, amagar unos golpes. No me gustó nada de nada. Me pasé toda la comida enfurruñado.

Tiene razón Mega, Marieta, un buen relato del minuto final de ese juguete roto.

María a rayas dijo...

ETDN, Mega, Nán me alegro mucho que os gustara el relatito...crítias buenas de gente tan buena como vosotros no llegan tan a menudo...(ay ay ay el ego del pseudoescritor...que malo es...)

muchos besos!!!

Cuento a la vista

Cuento a la vista
La parte niña del vestido a rayas