lunes, 21 de marzo de 2011

Primavera




Hay un pasillo lleno de padres primerizos que gritan al teléfono su alegría llena de tópicos. Huele a bebé y a hospital, huele a felicidad y hay flores por todas partes. Nuestra habitación está un poco más lejos. Al final del pasillo, junto a la unidad del sueño. Sufro insomnio las noches que duermo acompañada. También cuando duermo sola. No estoy nerviosa, no tengo miedo, no pienso. Pero soy incapaz de conciliar el sueño una vez me he despertado. Me quedo parada, con los ojos cerrados, a la espera de que mi mente se cierre también. Se pare también.

Hay bebés por todas partes y la cicatriz sobre el vientre de mi hermana es como una sonrisa de adolescente con aparato. Pero en este caso no hay niño alguno. La cicatriz se borrará y no quedará nada. Una anécdota, una historia. Como casi todo lo importante se perderá con el tiempo. No me mientas que yo me lo creo todo, aunque a veces vaya de escéptica por la vida. Aunque responda siempre con ironías. Aunque muerda cuando me besan.

Salgo del hospital y a Madrid le ha nacido una primavera. Han pasado 3 meses exactos y en este solsticio no me voy a ninguna parte. A no ser que, y dejo flotar los puntos suspensivos mientras bajo por Santa Engracia. Pero prefiero cerrar mi mente como trato de hacer cuando no duermo. Me escondo tras las gafas de sol y sonrío pensando en qué voy a desayunar, en el salón sin recoger, en la nevera vacía.

¿Por qué no?
Esta mañana inútil de lunes puede ser un buen comienzo de primavera.

Cuento a la vista

Cuento a la vista
La parte niña del vestido a rayas