lunes, 31 de marzo de 2008

And the winner is....

Marcella se ha levantado esta mañana con el pelo alborotado y los ojos cansados, se ha puesto su vestido a rayas y ha salido a sobrevivir a este lunes fin de mes, de la mejor manera posible. Ha llegado al trabajo, ha encendido el ordenador, ha empezado a merodear y de repente...
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se ha encontrado con que en el blog de Mega, hay un PREMIO brillante weblog para ella...(es decir para mí!!!!).

Así que ni lunes, ni cuesta arriba, ni fin de mes...Marcella se levanta de su butaca en el teatro principal del mundo blog y entre aplausos, recoge el premio llena de sonrisas...

G
racias, muchas gracias Mega, sé que sólo cuento con un minuto, que luego se quejan los productores de TVE de que nos enrollamos mucho, por eso, y porque no tengo palabras para agradecer este maravilloso premio, seré breve. Tal y como dicta la tradición me siento muy feliz de poder seguir concediendo premios y de hacerlo a los siguientes amigos y compañeros:

- A Aroa, que me arrastró de viaje por las pléyades y me abrió el apetito blog...
- A los asturianos de Criticos sin Criterio, por sacar punta a la realidad...
- A Anab, con gemelas incluidas, porque tras su puerta deshecha se encuentran putas y valientes que la historia no olvida...
- A David, que aunque no hace la cama, siempre consigue que me ría mucho, mucho.
- A Magapola y el resto de compañeros de Sindrogámico, por la variedad, por la polémica...

Y Marcella, con su premio entre las manos se baja el escenario y decide, que tras tanta celebración, tras tanta felicidad y tras tanto agradecimiento, ya es hora, (suspiro largoooo), de ponerse a trabajar un poco.

miércoles, 26 de marzo de 2008

Érase una vez...

Últimamente, no sé qué me pasa, no tengo ganas de comprar el periódico. Debe ser que me saturé de información durante las elecciones, y ahora, de vuelta de vacaciones y de la ausencia de noticias, no quiero saber nadanada del mundo. Que le den. Sin embargo, luego me entra cargo de conciencia, porque paso por delante del quiosco de Barquillo, y Teresa me ve, yo sé que me ve, y piensa, la pelirroja gafapasta hoy no me compra el periódico. ¿se estará leyendo un libro interesante? Pues sí, estoy enganchada, pero eso es otra historia.

Por suerte, sin embargo, hoy me ha dado por comprarlo, (no he podido burlar la mirada de Teresa, que por cierto, también es pelirroja). Así que he comprado Público, que es más barato y tiene menos páginas. El mundo, otra vez de vuelta y vuelta, Sarkozy acaparando noticias, China oprimiendo Tibet, apuestas sobre el nuevo gobierno y despedida a Azcona. No está mal para empezar. Pero a lo que voy hoy, joder como me enrollo, es que en las páginas de cultura he encontrado una noticia sobre Juan Múñoz Martín, que no es mi vecino del quinto, aunque podría serlo, sino el escritor de Fray Perico y su borrico, uno de los personajes más entrañables y maravillosos que he conocido jamás (con permiso de Coleta la Poeta).

Y he pensado en los libros que leía cuando era pequeña, pizpireta y sin flequillo (flequillo, por cierto, al que hoy le he declarado la guerra, no lo soporto más...esto va a acabar en divorcio) He recordado aquellas novelitas maravillosas con las que dormía cada día, heredadas, muchas, de mi hermana, que en la cama de al lado, devoraba, como yo, esas enoormes historias. Me he acordado de Veva, del pequeño Vampiro, de los Cocodrilos del Barrio, de Doble-P, de las historias de Ninguno, de Fray Perico, de Celia y de Pumuky. No eran Harry Potter, no acaparaban portadas en revistas, ni se hacían colas en las librerías para comprarlos, pero consiguieron lo más importante:

hacer revolotear todos mis pájaros
llenar de color mis fantasías,
inspirar mi imaginación
despertar todas las historias que me habitan

Sólo por eso, érase una vez, esta entrada...
Se lo debo.

lunes, 24 de marzo de 2008

Noches de vino y fado


Se llamaba Teresa y cantaba fados en Lisboa sin ningún itinerario fijo. Aquella noche el destino la llevó hasta una pequeña casa de comidas de Chiado con manteles de cuadros y especialidad en arroz con marisco. Yo tuve la suerte de estar sentada justo en la mesa de al lado y de escucharla muy cerca, cada vez que entre plato y plato se arrancaba a cantar. Junto a ella, sin guitarra portuguesa aquella vez, Joao la acompañaba a la guitarra como tantas otras noche de vino y fado. Con dentadura postiza y canas cubiertas de rubio ceniza, su madre se dejaba llevar de vez en cuando y se atrevía a cantar a dúo con el camarero, feo, bigotudo y pausado. Otra frasca de vino blanco, obrigado, y se cerró la cocina
y nos quedamos unos pocos,
y salió el cocinero (que también cantaba, todo sentimiento, toda fuerza...una bonita voz.)

Ella, que se llamaba Teresa, vendía discos entre los turistas a 15 euros la unidad. Se había dado a la vida bohemia después de que, hace muchos años, volviera de Ginebra con algo de dinero en el bolsillo y se cansara de horarios, de ropa bien y convencionalismos baratos. Sentada junto a ella, yo la escuchaba cantar y, mientras el vino se me subía a la cabeza y Lisboa se rendía a mis pies, (y yo a los suyos), pensaba qué cambiaría de todas mis cosas por una voz como aquella, por poder acompañarla en las noches de vino y fado...

Pensaba en las vidas nocturnas, sin la necesidad de madrugar los lunes, sin la necesidad de un sueldo fijo al mes, con los pequeños placeres que da la noche, cuando no se necesita mucho más para ser feliz...
la compañía de Joao a la guitarra,
un buen vino,
el fado...

pero yo, un lunes más, en un tren de cercanías...

lunes, 17 de marzo de 2008

La compañía

Ella no lograba entender en qué momento se había vuelto imprescindible, desde cuando le dolía su cariño, su compañía, sus abrazos. En qué momento había cruzado la línea y por qué era ella la única que estaba a ese otro lado. Pero había sucedido sin que nada cambiara y sin nada que hacer. Cómo era posible querer a alguien sin quererle. Como en tantas cosas, no encontraba la respuesta y se resistía a creerlo.

Un día él se fue y ella se quedó paseando sola por las calles medievales de esa ciudad del frío. Sin intuirlo, sin saber como le dolía la soledad, él se marcho y siguió queriéndola como hasta entonces, sin cruzar límites. Ella calló y pasó el tiempo, sin atraverse a pronunciar todo lo que le pasaba por la cabeza, sin preguntar siquiera. Volaron. Buscándose sin encontrarse más allá de las fronteras impuestas mucho tiempo antes.

Se escaparon los días y los veranos. Ella se empeñó en la felicidad y pasaron los nubarrones y todo fue tomando forma y dejó de añorar su compañía, distraida como estaba por otras manos que calentaban las suyas, en la ciudad medieval del frío. Dejó de preguntarse si estaban fingiendo, quiso creer que no lo hacían, estuvo segura. Olvidó todo.

Una tarde se encontraron. Años después de vuelta a la ciudad del frío. Bajaba por la calle Compañía con el mismo aire ausente de siempre y al estrecharle contra ella supo que aún le dolían todos las palabras escondidas, la vida posible. Sonrieron con la complicidad de los días en blanco y negro y tomaron un café. Hablaron pero ninguno dijo nada y cuando llegó el momento de la despedida, ella hizo balance, queriendo convencerse de que entre todas las vidas posibles la elegida había sido la mejor.

- He sido feliz
- Yo también, mucho.

Pero ninguno supo explicarse, cuando se despidieron aquella tarde, por qué si aquello era verdad, y lo era, dolía tanto la compañía.

*****

...robando
(soñando)
miradas y silencios en el tren

sábado, 15 de marzo de 2008

EL AMOR VALIENTE

Ella cruzó el Atlántico. Por él. Lanzó un órdago a la vida, se agarró un avión y se plantó en la sierra de Madrid. Se compró un abrigo y soportó el invierno helado. Desde su casa abuhardillada y con vistas a la montaña, soñaba con otros picos, con ciudades con palmeras y un niño de ojos brillantes en los que reflejarse. Cruzó el Atlántico con su amor valiente porque lo supo siempre, desde aquel momento en que sus miradas se cruzaron en el hospital y dejo de buscar. Era asul y era perfecto.

Pero la vida, que no siempre va de la mano del deseo, no se lo puso fácil. El papeleo, la burocracia, ese miedo al extranjero y un boleto de regreso a la ciudad con palmeras. No se lo puso fácil la ley de extranjería, ni los contratos de trabajo, ni el águila que machaca una serpiente en el pasaporte.

Pero la suerte ayuda a los valientes y ella lo fue.

Ayer, en un restaurante donde los tacos no sabían a cilantro, y les llamaban burritos, donde las coronas llevaban un trozo de limón y eran coronitas, donde los chiles no picaban y los camareros pronunciaban la c y hablaban de vosotros, ella nos recordó que la vida es de los que se arriesgan, de los que no aceptan un no por respuesta, de los que no ven montaña lo suficientemente alta, como para no intentar siquiera subirla. Que cada espina, que cada pequeño arañazo, que cada cuchillo por la espalda, es tan solo un pequeño trámite, tan solo una excusa idiota.

Si les dejan, decía la canción, se van a querer toda la vida.
Y mientras el resto observábamos su amor valiente, ellos bailaban, agarrados y felices, en el medio del salón.

martes, 11 de marzo de 2008

ELECCIONES (o día de la familia)

No fuimos después de misa porque en mi casa no se va a misa, pero sí acudimos todos juntos a votar, a pesar de que mi hermana está censada en otro sitio, y yo, tan solo burocráticamente, sigo viviendo en el mismo lugar. Juntos, después de comida familiar en la que se habló de política sin rabia, porque por increible que parezca en mi casa se discute casi de todo menos de política, y después de siesta, despues de leer el periódico a varias bandas, justo después, a última hora. Juntos a votar.

Yo indecisa y mi padre contento, (si ganan abró la botella de Whisky de navidad). No pude por menos de recordar como cuatro años antes había llamado desde Londres a casa. Papá, se han ido, los echamos, y papá tan triste en contraste, a pesar de la alegría. Papá triste como la ciudad entera, aquel 2004 maldito...

Pero esta vez es diferente. Juntos. Los cuatro. Nos vamos a dar una vuelta después de depositar nuestro voto. Nos tomamos un café en el centro de Alcalá, lleno hasta arriba de gente. El día de las elecciones debería ser nombrado el día de la familia, dice mi madre, y reimos la ocurrencia. Pues sí, día de la familia, de recuerdos también. Mamá habla y yo veo por sus ojos, y la imagino en blanco y negro, joven, guapa y embarazada de 8 meses, paseando por una Salamanca vacía, repleta de panfletos y de carteles, cuando Adolfo Suárez sonreía en las fotos. Mi padre, que no podía votar porque estaba en Barcelona, se fue a Sitges a la playa, un junio caluroso, como los junios de cuando éramos pequeñas, en esa época pre-cambio climático. No llegamos a los 80, ni a cuando Felipe lucía chaqueta de pana. Volvimos a casa, encendimos la tele. Esperamos resultados.

Juntos.
En el día de la familia.

jueves, 6 de marzo de 2008

tarde de libros

Llegó a casa pensando que después de esta semana de no parar, toca actualizar el blog, que ya va siendo hora. Pero cuando subo las escaleras del metro, enfundada en mi abrigo morado, con la gorra a juego y la bufanda envolviéndome, me encuentro, de golpe y porrazo, con el son aún brillando en la plaza de Chueca. Esto de salir pronto por una vez me encanta. Hasta me ha dado tiempo a ir a apuntarme a un curso que llevo rondando hace días.

Era en una biblioteca cerca de Diego de León. Una biblioteca de barrio, reconvertida, al parecer en un punto de encuentro y lectura. Dentro del recinto había un patio donde varios grupos de adolescentes charlaban entre ellos, había bullicio... También, y esto si que me ha llegado al alma, aparcamientos para bicicletas, ocupados, sí. Pero lo mejor es que dentro, la biblioteca estaba separada en adultos y niños, y en la parte de niños NO había silencio, sino grupos de chicos alrededor de libros, juegos, y papeles en blanco dispuestos a llenares de historias. Una biblioteca viva, divertida, como los libros, por muy mala prensa que tengan entre todos aquellos tristes que se niegan a llevarlos consigo en sus viajes en metro.

Así que cuando he salido a la plaza de Chueca y he visto el sol...ufff....me he dado cuenta que meterme en mi casa oscura a actualizar el blog no era tan buena idea...

Desentrañar la ciudad...alguna exposición...la bicicleta.

Recorrer las calles del barrio, entre coches y calles estrechas, subir las cuestas, bajar la corredera de San Pablo (con los frenos apretados y el viento en la cara) y de repente llegar a Gran Vía. Caminar.

¿Qué exposición? Como no me decidía he acabado mirando libros, perdiéndome feliz entre los estantes, con la tentación de comprar más de uno, y el placer de disfrutarlos todos. Las guías de viajes, los libros de arte, las biografías históricas, los de bolsillo. Al fondo, en una de las plantas, sonaba un piano. Era mi canción favorita de la banda sonora de Ameliè. Me pregunto, ¿alguien me ha leído la mente?, y canturreo en voz alta buscando un libro de Muñoz Molina. E imagino un aliento en mi nuca. Acabo de convertirme en un personaje de libro y alguien me susurra, que también le gusta esa canción, que también busca a Muñoz Molina.

Que tarde increible de marzo. Cuanta felicidad. Cómo revolotea mi musa. Dejaría que saliera y se volviera palabras, si no fuera porque estoy tan ocupada convirtiéndome yo misma en musa de mi propia inspiración,
que
no
tengo
tiempo
(y se queda revoloteando conmigo, feliz de mezclarse entre libros)

Cuento a la vista

Cuento a la vista
La parte niña del vestido a rayas