lunes, 11 de noviembre de 2013

sorprender(nos)





Qué cosas. Hoy dormimos de más y el cuerpo se levantó con cuarenta kilos de sobrepeso. Despacio. Ahuyentamos vampiros en esta ciudad fría a golpe de ajo y nos vamos a la compra. Caminamos lento. Compramos despacio, mirando cada ingrediente, cada origen, cada precio. Comes rápido. Te vas. Yo me quedo pensando cómo se hizo un agujero en la tapa de plástico del ordenador desde el que escribo y dejo abandonada mi bicicleta en medio de la calle. Nunca fuimos mecánicos de bici.

A mi lado una mujer llora. Es angustioso escuchar su llanto y al mismo tiempo terriblemente incómodo. Quiero que se calle, quiero que se vaya. Quiero desaparecer. Por suerte la que desaparece es ella, arrastrando su rostro de muchas batallas, arrastrando su pena. La biblioteca queda de nuevo en silencio. Miro el reloj. Hoy es lunes cuando antes fue viernes y afuera la noche ya es noche y solo son las cuatro y media.

En una hora vendrás a recogerme. Buscaremos trabajos falsos, hablaremos de trabajos verdaderos y al llegar a casa pondremos la radio. Alguien nos hablará y no le entenderemos pero le dejaremos ahí con su devenir. Y pasará una hora, la radio se apagará y tú dirás: una hora. Luego sonarán las campanas intempestivas, me arremolinaré en el sofá, me darás un beso. Quizá me quede dormida.

Y cuando me haya despertado, pensaré que han pasado dos años y que vivimos en Berlín y que yo tengo el pelo corto otra vez.

Qué cosas. La vida nunca deja de sorprendernos.

Cuento a la vista

Cuento a la vista
La parte niña del vestido a rayas