martes, 18 de septiembre de 2012

La aguja sobre el disco



Ponte un disco. Y el vinilo gira mientras con miedo acerco la aguja a su superficie. Es tan frágil, es tan fácil. Pasar el límite y que la propia aguja que crea (música), destruya (música). Pero no pasa nada. Solo el sonido que nos inunda mientras bebemos una cerveza, mientras nos miramos a los ojos sin decir nada, mientras nos besamos sin descanso.

¿Le das la vuelta? Y otra vez el sagrado ritual. Pararlo, sacarlo y de nuevo esa aguja que quiere acariciar los surcos del vinilo. Esa aguja que crea y destruye. Y la música otra vez y beber cerveza y mirarse a los ojos y acabar con un gemido la retahila de besos.

Pasa la tarde y no hacemos otra cosa. Darnos al placer de la risa. Bebernos las horas. Tan juntos que nuestros rostros se deforman. Tan lejos que necesitamos buscarnos con las manos. Y el mundo fuera no se detiene pero dentro se ha quedado dormitando entre las sabanas arremolinadas a nuestros pies.

Algo así debe ser la felicidad. Un ronroneo de gata melosa. Una lágrima que se escapa sin permiso. Un abrazo en silencio. Y que no importe el tiempo. Solo el dibujo de tus lunares en la espalda. Algo así.
 
Pero en el tocadiscos la aguja sigue girando y sin mirarme en ningún espejo sé que he vuelto a hacerlo. Que me he desnudado del todo. Como el disco que gira bajo la aguja. Lo busqué en la estantería. Me dejé llevar por su portada. Me atreví a retirarlo de su funda y ahí está. Dispuesto. Expuesto. Como yo. Bajo la aguja que puede sacar la mejor de mis melodías o rayarme para siempre. En el límite entre la belleza y la destrucción. 

Buscando el equilibrio.


Cuento a la vista

Cuento a la vista
La parte niña del vestido a rayas