viernes, 30 de marzo de 2012

helicópteros sobre la ciudad



La ciudad está tomada por todo un ejército de hombres azules. Suenan las hélices de un helicóptero sobrevolando la ciudad (¿uno o cientos?). Estamos en guerra, me pregunto bajando Bravo Murillo con los ojos cerrados y el viento en la cara. Abrazando a un forzudo en los semáforos en rojo.

Siempre hemos estado en guerra (o eso me dijo Charo una vez). Algunos. Otros no. En guerra contra el sistema, en guerra contra el tiempo, en guerra contra lo real y contra lo ideal, en guerra contra la tristeza, en guerra contra el absurdo, contra la razón, contra lo injusto. Batallando siempre. Discordante. Quejica. Insostenible. Insoportable.

Estamos en guerra otra vez y un helicoptero sobrevuela la ciudad. Pero en mi cama, las batallas son otras. El tiempo parece habernos dado una tregua, pero no es verdad. La tarde tibia se me enreda entre los rizos, se me escurre por el escote, se precipita hacia el suelo. Afuera un helicoptero nos ronda, nos vigila, nos controla. Pero aquí, al otro lado de las rejas de mi ventana la libertad de unos dedos ansiosos me recorren entera y no existe nada. Nada más. La ciudad está quemándose ahí afuera ¿te das cuenta?. La ciudad tiembla y yo también y no existe nada. Nada más. Solo esto. Una calma antigua, una nostalgia dulce, una felicidad inquieta. Ójala siempre fueran días de huelga.

El helicóptero sigue sobrevolando la ciudad cuando las dos ruedas de nuestras bicicletas pisan el asfalto caliente. Pero se ha acabado la nada. Ahora es el todo y estamos todos. O casi todos. O algunos.

Y gritamos.
En pie de guerra.

martes, 20 de marzo de 2012

Cambio de planes



Era una noche con estrellas y solo tenía, cuántos, ¿quince años? Ahí, sin saber, dibujé los planes irrealizables al amparo de una luna nueva. Soñé viajes, soñé futuros, soñé con la mano que agarraría mi mano por las ciudades malditas que recorrería libreta en mano.

Luego llegó el futuro y el cambio de planes. Y no ocurrió nada. Ocurrió otro todo que distaba de ser aquel que imaginé aquella noche con estrellas. Los viajes nunca fueron aquellos, los gatos no se arremolinaron a mis pies, tampoco me metí en política, casi nada. Nunca viví en París y si me apuras tampoco en Berlín. Jamás fui corresponsal de nada y poco o muy poco correspondida en mis elecciones. No viví de las rentas de mis nostalgias e hice cosas mejores con mis labios de las que imaginaba (como dejar que se llenaran de rojo). También susurré cosas bonitas, escribí algunos cuentos, me pasé veranos persiguiendo amores imposibles, y perdí todas las batallas contra el tiempo.

Fuimos sorteando los cambios de planes. Adaptándolos, esperándolos, escondiéndolos, superándolos a veces, a veces agradeciéndolos. Disfrutando de la marea, de los nuevos rumbos, de las noticias que nos cambiaron, de los puntos de partida de los que nunca partimos.

Está a punto de acabarse un invierno sin planes que nunca fue como soñamos. Está a punto de arrancar una primavera cronometrada, un calendario cerrado, un futuro abocetado.

Y una vez más.
Nos quitamos el abrigo y llegó el frío.
Nada será como esperamos.
Cambio de planes.

Cuento a la vista

Cuento a la vista
La parte niña del vestido a rayas