jueves, 7 de abril de 2011

Equipaje


La plaza de Vázquez de Mella se ilumina con las luces del reloj de la Telefónica. Pasear de noche por esa plaza, aunque sea solo para encajar las bolsa de basura amarilla en el contenedor a rebosar, es saborear una mahou clásica comprada en los chinos de al lado. Es dejar que la sal de las pipas te corte los labios que alguien sentado frente a ti desea besar, es la mejor manera de esperar a que las pechugas de pollo se descongelen, es hacer tiempo para que llegue el momento en que los cuerpos se mezclen. Aunque a nosotros, como no lo teníamos, nunca nos importó el tiempo.

Pienso esto mientras contemplo la aguja roja marcando las 11:30. Es mi plaza favorita. Una de ellas. Con sus yonquis que hablan a gritos, con los perros que olisquean nuestros kebap, con los patinadores y los borrachos, con la sombra alargada de un recuerdo doloroso y bello. De un verano. Del último.

Ya no recuerdo cuántos inviernos helaron el agua turbia del señor Vázquez de Mella, ni cuántas cervezas de chino me tomé después. Sé que nunca volví a esperar a que las pechugas se descongelaran, y nunca más volví a desnudarme del todo. Sé que dejé de pensarte a cada instante. Que dejé tu recuerdo para noches tontas y cálidas junto al contenedor de plásticos. Y te guardé en mi mochila.

No importa el bagaje, ni las maletas, me dijo alguien ayer a sabiendas de que nunca sería parte de mi equipaje. Lo dijo mientras trataba de agarrarse a una mentira, mientras sorbía con ansia una cerveza, mientras pisoteaba sin piedad una ilusión tan efímera que apenas había sido ilusión.

Pero no es verdad. Sí importa. Son lo único que traemos. Lo único que somos. Son lo que nos llevamos en cada muda de piel, en cada mudanza, en cada viaje. Son mis pechugas a medio descongelar y una ilusión pisoteada cuando hacía tiempo que era más que una ilusión. Claro que importa. Son lo que soy.

Pero hay quien no entiende que el equipaje es lo que nos hace más pesados, sí, pero también más preparados, más sabios. Hay quien no sabe, quien no aprende, quien no crece.

No es mi caso.

8 comentarios:

ETDN dijo...

Viajar es no quedarse parado, es soñar, es aprender.

El truco para la nostalgia que guardamos en maletas es no dejar que los recuerdos sean lastre sin renunciar a ellos. El equilibrio perfecto entre el sentimiento y la sabiduría. Los años y los viajes nos enseñan y nos recuerdan que la próxima vez lo haremos mejor.

Hacer y deshacer equipajes forma parte de la vida,y hay que entenderlo como un privilegio. Incluso ser expulsado de un lugar suele tener su por qué.

Un beso

RGAlmazán dijo...

El equipaje, la experiencia, es lo que somos, ni más ni menos, y como siempre lo has escrito de maravilla.
Un placer leerte, guapa.

Salud y República

Anónimo dijo...

Un dia yo viajare y quiero que me lleves a ver esa plaza.

Besos

LEiritas

Álvaro dijo...

El problema viene cuando confundes equipaje con lastre: el de todo aquello que pudo haber sido y no fue, el de tantos momentos en que debiste callar en lugar de hablar y los muchos más en que debiste hablar en lugar de callar, el de los errores cometidos y los lugares inalcanzados. Esta carga solo nos agota, nos impide el avance y nos llena de miseria.

Encontrar el equilibrio es difícil, como en tantas facetas de la vida. Supongo que a eso se le llama sabiduría.

Gemma dijo...

Menudo entradón, María.
Suscribo cada una de tus palabras. Sin equipaque, no hay memoria, ni sabiduría.
¡Y qué envidia tu escapada a los Berlines! Disfrútala mucho.
Besos

María a rayas dijo...

Álvaro, ETDN...buen apunte, equipaje no es lastre, no es carga, aunque a veces pese demasiado (supongo que sabiduría, como dices, es saben bien qué meter en la maleta y no llenarla de cosas innecesarias...)

Gemma, ¡muchas gracias!...natürlich que disfrutaré Berlín (eso sí, sin nieve, qué raro)

Leire...¡cuándo quieras! si está detrás de mi casa...

Gracias rafa, ahora que no me prodigo mucho por estos lares me alegra seguir viéndote por aquí...

besos a todos

Álvaro Dorian Gray dijo...

Esta plaza es también una de mis favoritas. El equipaje es necesario, imprescindible en estos momentos tan desastrosos. No hay nada emjor como, al sabor de una cerveza, abrir la maleta y ver de donde venimos, como hemos andando y cuantos golpes y risas hemos tenido. Una gran entrada.

El titán dijo...

Sino siempre se puede usar la excusa cobarde de culpar al destino por todo.
Brutal su entrada.

Cuento a la vista

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La parte niña del vestido a rayas