Mis manos olían a queso de oveja y tu boca sabía a vino tinto. Hay dos sonidos que me encantan, dijiste mientras abrías la segunda botella de vino, el del tapón cuando sale de su oprimido agujero, y el de la cafetera cuando comienza a subir el café (y a volverse loca) A mí me volvías loca tú pero no te lo decía porque sabía que ya sabías y que además lo usarías en mi contra.
Y lo dejaba pasar.
Tus manos olían a tierra mojada y mi boca sabía a cigarro mentolado. Hay dos sonidos que me aterran, te dije mientras apagaba la última colilla contra el suelo, el de los motores de los aviones justo antes de empezar a volar, y el de las manecillas del reloj que hieren el tiempo (que ya no nos queda, que perdimos). A tí tambien te daba miedo el tiempo pero no me lo decías porque eso habría sido reconocer que no querías que se nos fuera.
Pero se nos fue.
La mañana en que te marchaste dolía la resaca de tantas botellas descorchadas. Sonó el despertador impertubable: sus manecillas marcaron crueles el momento de la despedida. Tú te escapaste en un avión y yo me quedé esperando a que el café subiera, oliéndote por todas las esquinas de aquel quinto piso sin ascensor y escuchando claro y alto, entre sonidos mitad inquietantes, mitad acogedores, todas las verdades que no nos dijimos.
Y lo dejaba pasar.
Tus manos olían a tierra mojada y mi boca sabía a cigarro mentolado. Hay dos sonidos que me aterran, te dije mientras apagaba la última colilla contra el suelo, el de los motores de los aviones justo antes de empezar a volar, y el de las manecillas del reloj que hieren el tiempo (que ya no nos queda, que perdimos). A tí tambien te daba miedo el tiempo pero no me lo decías porque eso habría sido reconocer que no querías que se nos fuera.
Pero se nos fue.
La mañana en que te marchaste dolía la resaca de tantas botellas descorchadas. Sonó el despertador impertubable: sus manecillas marcaron crueles el momento de la despedida. Tú te escapaste en un avión y yo me quedé esperando a que el café subiera, oliéndote por todas las esquinas de aquel quinto piso sin ascensor y escuchando claro y alto, entre sonidos mitad inquietantes, mitad acogedores, todas las verdades que no nos dijimos.
16 comentarios:
Qué bien enlazado está todo este texto, Marcella. Con cuatro cosas, dos tuyas y dos suyas. Bonito... y triste.
Un beso.
Uauuu, pedazo de microcuento, compañera.
Me lo voy a leer otra vez, saboreándolo de nuevo...
uauuu (otra vez)
Chica, ¡qué barbaridad! qué facilidad de síntesis y de plasmar en dos palabras, emociones intensas.
Gracias guapa, por escribir tan bien.
Un beso.
Salud y República
Precioso relato. Tierno, lleno de emociones y con un final que, jooo, que penita... Me encanta!
Muakk
Que bonito el cuento!!
Besitos, guapa!
Bonito y triste.
Más besos
Intenso desde el "a mí me volvías loca". Dese ahí tomo partido por la chica descaradamente.
No necesitas morirte, como le pasó a Gardel, para escribir cada vez mejor.
Escrito con la precisión de un reloj suizo.
Hola María!!
Como ya te he dicho alguna vez, te leo siempre, me encanta. Es uno de los momentos del día...
Hoy por fin me he animado a escribir un comentario, aprovechando este cuento maravilloso, que me ha removido cosas por dentro... Sigue así, de verdad.
Un beso
Me ha encantado, es precioso.
Tic... tac...
Saludos y salud
me uno a la ovación!
mmm...la verdad es que no era consciente de lo triste que era el micro hasta que no he leído los comentarios...en el fondo era una reflexión sobre la incomunicación entre las personas (primero con "el silencio", después con este "sonidos")
gracias a todos por leerme y por los comentarios (Clara...bienvenida al foro del vestido a rayas...ahora no te escapas...;)
Kara, besito grande desde el otro lado del atlántico...
un abrazo a todos
Jo, que pena al final.
(Me ha gustado mucho. Espero volver)
Codorníu.
Pedazo de cuento!!!!
Joer que bonito!!!!!!!!! Se me ha puesto la carne de gallinita.
Leí tu primer post, el de los guantes de boxeo, y no dudé en enlazarte a mi radiobaliza, no me equivoqué.
Beso creativo.
Codorniu, bienvenido al vestido a rayas, vuelve cuando quieras (a vestirte con rayas, cuadros, colores...)
Briz Lorenzo, gracias por el comentario, por leerme y por llamarme y animarme el día, bueno, y por tantas otras cosas...
Vicky,pedazo tu, qué menuda (escritora) eres...
Víctor...y mira que ha llovido desde aquellos guantes...
un beso a todos
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