Te contaré lo que ha pasado. De repente salió el sol y marcó el final de las nieves. La ciudad se llenó de mujeres con minifaldas y niños de ojos rojos estornudando a todas horas. Yo conté hasta diez y arranqué todas las hojas del calendario y me miré las manos gastadas y supe que había ocurrido una vez más. Que habías vuelto a escaparte sin decirme nada, que habías vuelto a dejarme todas las promesas y esa sensación de abandono.
Es primavera y la sangre se altera y yo solo escucho risas al otro lado de la casa. En algún tren de cercanías alguien apretará la carpeta contra su pecho y una vez en su destino, cruzará un campo de lirios blancos otra vez. Como hace muchas primaveras. Yo mientras seguiré enumerando coincidencias. Visitaré otras camas. Me quedaré mirando unos ojos limpios que me observan mientras me acarician el pelo suavemente y pensaré que, como siempre, la felicidad debe ser otra cosa.
Pero te contaré lo que ha pasado. Hemos salido de esta guarida donde prometimos pasar el invierno y hay tantas cosas ahí afuera que se me agarra al estómago una sensación extraña. Es una emoción y una nostalgia, una inquietud y una alegría. Un presupuesto y un cuento. Muchos cuentos.
El futuro.
4 comentarios:
Parece que a alguien se le ha derramado la primavera sobre el mantel... y que viene cargada de historias y promesas de un tiempo mejor.
Un abrazo reverdecedor
Y yo espero esos cuentos con ansiedad. Besos primaverales (aunque a veces no lo parezca)
A vivirlo pues. No se te vaya a escapar. La felicidad plena, la dicha sencilla, siempre es otra cosa, no lo dudes. ;-)
Besos, María
Alicia, qué bonita manera de expresarlo...me he imaginado la primavera entre las manchas de vino del mantel (de cuadros). Y las promesas...
ya irán llegando Anabel...e iré avisando...
La felicidad plena, la dicha sencilla, dices Gemma, y sí...creo que a veces se nos olvida que lo más sencillo es lo más perfecto. La complejidad está sobrevalorada...
un abrazo muy fuerte a las tres
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