jueves, 9 de diciembre de 2010

Berlín reino encantado

Quizá más que nosotros mismos, Berlín tiene su fisonomía llena de cicatrices. Hay un arañazo de piedra que recorre sus calles, atraviesa ríos y edificios y marca con placas de acero la peor de las heridas de guerra. Yo me agacho y la acaricio con mis dedos helados y me pregunto si aún se resiente la herida. Nos bebemos una cerveza al sol, y pasa un verano y me crece el pelo y me corto el flequillo y me voy. Luego vuelvo. Me voy. Vuelvo. Me marcho otra vez. Como una herida que se resiente con el frío.

Pero ahora es invierno del año 8 de nuestra vida en común. La nieve de estos días cubre todas las cicatrices y al salir a la calle, de repente, esta ciudad está a salvo de todas las torturas. Ya no es Berlín, la que fue dos y ahora es una o muchas o quién sabe qué. Hoy es un reino encantado lleno de seres gélidos y fantásticos, redondos con zanahorias y bufandas. No hay coches, sino extrañas máquinas blancas aferradas a una acera que ya no distingue el carril bici, ni la carretera, ni nada. Las personas no tienen manos, ni boca, ni casi ojos. Son trozos de tela y pluma que se mueven torpes sobre el blanco. La mayoría viste de negro.

En este Berlín sin cicatrices caminamos bajo la nieve. Los copos son proyectiles de otra guerra que se nos cuelan en los ojos. Miramos al suelo. No vemos nada. No hay nada. Solo nieve. Busco tu mano pero es un trozo de lana la que aprieta con fuerza el trozo de lana que cubre mi mano. Vas tan abrigada que intuyo que bajo esa maraña de ropa debes estar tú. La de siempre. Luego llegamos a un museo lleno de agujeros irregulares y absurdos en la pared, como irregulares las guerras, como absurdas las muertes. Nos quitamos la ropa. Dejo de temblar al comprobar con alivio que no me equivoqué. Eras tú.

Caminamos entre salas que imagino llenas de escombros. Lo imagino o me lo cuentas tú y asiento con la cabeza. Luego atravesamos una sala y en silencio, entre tinieblas, nos la encontramos.
Dicen que es la más bella de todas las berlinesas. Y me lo creo.

Hay un aire decadente y sombrío en el museo. Sus suelos de azulejos, las pinturas descascarilladas, las columnas con capiteles. Una escalera. Leemos sobre exploradores de principios del siglo XX y casi puedo oler el desierto. Parece que estemos muy lejos de aquí. Pero desde la ventana vemos un rey subido a un caballo verde cubierto de blanco.

Es verdad.
Reino encantado.
Berlín

7 comentarios:

Gemma dijo...

Gema y tú de museos, en busca de Nefertiti, ¿tal vez? Después de unos días de tos y de un gripazo mal curado, servidora empieza a ser de nuevo persona. Espero que la lectura ayer a las 15:00 ante el público exigente que son los niños germanos fuera genial.
Besos

María a rayas dijo...

Gracias Gemma...
por suerte estos niños eran hijos de hispanoparlantes...no es que no sean exigentes...pero les domino mejor ;-)

me alegro que estés curada...tenemos una cita pendiente y me voy en una semana, así que...

un beso gordo!

Anónimo dijo...

En busqueda de la misma Nefertitis, en su nuevo palacio para engrandecerla si se puede más, creo que estaba con vosotros compartiendo otros momentos y las mismas sensaciones.
Yo también pienso que es la más bella entre las bellas.

gemotilia dijo...

Gelido día y calido a la vez, al recorrer esos pasillos llenos de arte traido de sitios recónditos donde quizás nunca nevó, al tomar un chocolate "condensado" o saborear una sopa ardiente con especias inidias, al pasear con temblores pensando que nos podíamos quedar encerradas entre la nieve y las tumbas, al ver un mercadillo cerca de las iglesias gemelas llenos de luces y pensar que parecía un cuento Navideño porque los copos caian sobre nosotras. En fin que yo no me acuerdo del frio.....te acuerdas tu???

Microalgo dijo...

Qué ganas de ir a Berlín...

María a rayas dijo...

Toñi, nos acordamos mucho de ti...nos habría encantado tenerte cerquita, y que nos contaras...

Gema...hoy se me han vuelto a congelar los pies (¿sabes que he perdido una plantilla?^^)y creo que no me pasaba desde el primer día que estuvimos por ahí...yo no necesito acordarme del frío porque lo padezco (snif, snif), pero es verdad, al final, (y al principio) es lo de menos...

Microalgo...no me extraña...esta ciudad siempre da ganas...

Anónimo dijo...

Que precioso relato de tu querida ciudad. Creo que Berlín se merece un buen relato o libro de tu parte.
Me encanta.

Cuento a la vista

Cuento a la vista
La parte niña del vestido a rayas