domingo, 11 de enero de 2009

El tren de al lado

Como cada día Cecilia esperaba a las 7 menos cinco que el tren civis con destino a Alcalá se situara en la vía. Una vez sentada, con suerte, aquel tren les llevaría en apenas una media hora hasta la ciudad complutense, hasta casa. Y en casa, como cada día, una nevera temblando en un hogar vacío, una televisión ronroneando un mundo, un desastre y mirar por la ventana. Sentarse a esperar un no se qué y leer un libro.


Como cada día Cecilia veía partir el tren nocturno con destino París Austerlitz de la vía de al lado. Cansada con los tacones y las ojeras, los papeles guardados en el bolso, observaba a los viajeros que subían a aquel tren mientras ella esperaba otro. Una noche en tren y desayunar un café y un croissant leyendo Le Monde. Sería precioso. Y soñando paseos por el Sena y torres Eiffel acechando en cualquier esquina Cecilia se arremolinaba junto a la ventana del cercanías y cerraba los ojos.


Aquel viernes de nieve y temporal, de caos en las carreteras y atrasos en los trenes, de niños tirándose bolas y haciendo muñecos en los parques, Cecilia seguía esperando en el anden del Civis de Alcalá, del tren de París Austerlitz. Era 9 de enero y hacía exactamente dos años que Daniel había cogido sus cosas y se había marchado. Necesito tiempo, solo eso, dame tiempo, volveré.


Era 9 de enero y hacía dos años que Cecilia esperaba. Todo estaba blanco como en aquellas viejas estampas y la gente, a pesar de los retrasos, de los inconvenientes, del frío, se sonreía. Tal vez por eso Cecilia se sintió más sola y más triste que nunca. Pensó en Daniel, pensó en el tren de Paris saliendo cada tarde en la vía de al lado, pensó en las vidas posibles y a punto de perder el norte y la paciencia decidió tirarse a la vía.


Cuando fue consciente de aquel pensamiento desgarrado Cecilia supo que no podía esperar más, ni a novios cobardes que desaparecen sin dar explicaciones, ni a trenes grises y abarrotados de trabajadores cansados. No podía seguir posponiendo su vida para otro día.


No lo hizo y la mañana siguiente aquel croissant con mantequilla cerca de Notre Dame le supo tan bien que a pesar de los precios decidió tomarse otro.


14 comentarios:

High Power Rocketry dijo...

: )

Gemma dijo...

Bien por Cecilia.

Un abrazo

RGAlmazán dijo...

Menos mal, creía que se tiraba. Estupendo final tomar un croissant en París, uhhhh!

Salud y República

Anónimo dijo...

He dado un grito (real) cuando lei que se tiraba, menos mal que en el siguiente parrafo lo arreglaste llenando a esa Cecilia de fortaleza y coraje para seguir adelante.
La vida es de los valientes (esto lo sugiere la Toñi)

Anónimo dijo...

Buenas. Tengo que venir más por aquí, cada vez que vengo veo algo que me gusta... Y ya hacia tiempo!!!.

Ole, ole por Cecila!!!. Si todo el mundo tuviese la fuerza de hacer lo que realmente nos apetece hacer, nos luciría un poco más a todos el pelo.

Un saludo y un beso avergonzado

Anónimo dijo...

La vida es eso que pasa mientras decidimos qué rayos hacer.

Llevo tiempo leyéndote en silencio. Me gusta tu blog.

Carlos Felipe dijo...

Quizá el papel de Daniel era ése: provocar esa aventura y ese croasant...
Quién sabe¡¡ nada es casualidad

María a rayas dijo...

Pues sí, menos mal que Cecilia no se tira a la vía porque entre el retraso de los trenes el viernes en el CaosMadrid y el frrrrío que hacía lo mismo la pobre se había tirado media hora entre la nieve antes de que pasara algún tren...tal vez por eso le da por irse a Paris...;)

Rafa, Mega, Carlos...he estado un poco perdida de la blogosfera estos días...me alegro que sigais ahí...

tosabu y sister...por fin!!veis como no era tan complicado?ole por vosotras también...

Lapetit...qué bien!!bienvenida a este foro a rayas, me gusta que te guste...

Anónimo...ven cuando quieras y de vergüenzas nada!!!

un beso fuerte a todos!!!

ETDN dijo...

Ay madre, ya empezaba a pensar que el espíritu truculento del Bremen se había apoderado también de tu blog...
al final sólo importan los finales (le plagio la frase, casi, a García Montero)

mmmmuack!

Anónimo dijo...

Que bonita historia más real, que final ... más... más.
Te das cuenta que la gente quiere sangre?.

! y que no te den el Nadal!

Anabel Rodríguez dijo...

Me alegro, es mejor tomarse un croasán (se escriba como se escriba), que tirarse a la vía del tren, y más por un cobardica que pide tiempo.
Un tren, objeto que le permite a Cecilia en un determinado momento tomar conciencia sobre su vida.
Besazos gordotes

Anita dijo...

Ole por Cecilia! Y que vivan los "cruasanes" con mantequilla!!!

Estupendo texto para empezar el año en este blog a rayas.

(Ainss, por lo menos en Madrid hace frio y teneis nieve. Por aqui frio mucho pero no tenemos oportunidad de tirarnos bolitas. Sniff...)
Muakk

María a rayas dijo...

ETDN...que no cunda el pánico...lo malignos del Bremen me quieren en sus filas pero yo y mi cursilería resisten pooor siempre...(jijijiji)

Anabel, en el fondo el tren es la excusa, verdad? todos necesitamos a veces algo que nos haga tomar conciencia de qué estamos haciendo con nuestra propia vida...

Anita...no quiero darte envidia pero el lunes volvió a nevar un montón...lo que pasa es que ya no cuajó...oooooh....pero fue tan bonito...esto si que es un invierno invierno...

anónimo!!!la gente quiere sangre???con toda la que hay por el mundo...no es ya bastante???? aaaay

besos a todos!!

Anónimo dijo...

Maria, cuando digo quel a gente quiere sangre, es en sentido figurado.

Todo el mundo espera como final el que se tirara al tren, ya que la "gente", en el fondo piensa en la tragedia. Por ejemplo, si llegas tarde de un viaje, primero se piensa en una fatalidad, no en que te hayas quedado contemplando un bonito paisaje.

Por eso me encanta tu final. REnuncias a lo esperable. Te has quedado contemplando...un bonito paisaje.

Cuento a la vista

Cuento a la vista
La parte niña del vestido a rayas