jueves, 25 de marzo de 2010

habitar



Qué es viajar. Qué es tomar un avión aparte de contaminar el cielo. Qué es este buscarnos en el otro para reivindicar lo nuestro. Qué aparte de llenar conversaciones. Enlazamos una ciudad con otra, un país con otro, una anécdota con otra. De tanto repetirlo, de tanto hacerlo, perdió su sentido. Cogemos de nuevo la maleta, un billete, un pasaporte y volamos. Salimos, escapamos y perdemos el norte o vamos hacia él o hacia dónde. 

Y a nuestro regreso seguimos siendo extraños, ajenos a nosotros mismos, pero con otro lugar que tachar de la lista, otra anécdota que contar compartiendo una cerveza con un desconocido. Diremos yo estuve ahí y alguien nos mirará con envidia. O con indiferencia. No somos los lugares que visitamos por mucha moda low cost que haya. Como mucho, somos las ciudades que hicimos nuestras, las ciudades que nos vieron llorar, amar, soñar, gritar. Las que habitamos. 

Pero ¿cuánto tiempo hace falta para convertir lo ajeno en propio?

6 comentarios:

Anabel Rodríguez dijo...

A veces casi una vida entera, en otras ocasiones un instante. No sé si queda poético, pero es totalmente cierto.
Un beso.

alicia dijo...

Desde luego más que una semana, quince días o un mes...
Hace falta sufrir, reír y amar para que una ciudad forme parte de ti. Lo demás es asomarse a ver el paisaje, establecer comparaciones con nuestro lugar de origen, contemplar. Me encantaría ser nómada...

Quique Medarde dijo...

Según mi experiencia, lo que se necesita para hacer un lugar propio es la gente y el tiempo. Sin amigos es imposible que uno sienta un lugar como suyo, y no puedes hacer tuyo un lugar en dos días de vacaciones.

Luego es posible que los amigos se vayan, o que seas tú el que se vaya y al volver ya no quede nadie, pero son esas vivencias con esos amigos lo que uno recuerda de cada sitio.

@alicia: lo malo de la vida nómada es que se hace muy difícil sentir los lugares como parte de uno, al final la vida acaba reducida a un coche, furgoneta, caravana... pero por supuesto es posible que esté equivocado ^^

NáN dijo...

Hay que aprovecharlo todo, estés donde estés, porque la vida son habas contadas, o "habitas".

Por cierto, ¿cuándo nos tomamos una cerveza tú y yo como dos desconocidos?, porque la verdad es que sé mucho de ti por tus relatos, pero nada de tu vida.

¡¿Que estoy tratando de ligar?! ¡¡No, por dios!! Solamente es mi morbo de oideur que quiere conocer todas las historias. Si existe voyeur, ¿valdrá la palabra oideur?

gemotilia dijo...

Posesión, posesión, posesión...........yo no creo en que nosotros hagamos las ciudades de nuestra propiedad, al contrario ellas son las que nos poseen y por eso si nos sentimos a gusto alli vivimos en ellas, si fuimos felices unas vacaciones en ella, decimos que volveremos y depende de la atraccion que ejerza en nosotos asi se cumplirá o no.

Me encanta que Barajas me haya hecho suya!!!!! No importa que sea porque un viejo amigo viene a visitarme o porque emprenderé un nuevo viaje tentando a una nueva ciudad o pais a que me capte y me posea para siempre.

María a rayas dijo...

Anabel, es poético y cierto lo que dices, ambas cosas...

Alicia, yo también creo que hace falta odiar y amar una ciudad para hacerla tuya, es como la gente, no?

Peludo, qué razón tienes, las ciudades son la gente. Es ella la que consigue que te sientas en casa en cualquier punta del planeta. Por cierto, ya te iré informando, pero es posible que me deje caer en Bruselas (aunque solo de paso). Si eso te aviso y nos tomamos un café.

Nano,a mi también me sale el morbo de oideur contigo y tus historias, pero lo de la cerveza lo acepto. ¿como dos desconocidos tú y yo? habrá que intentarlo...

Gemotilia, a eso me refería, a las ciudades que te hacen tuya, que se te meten dentro y luego...no hay quien se las quite de encima...

un beso a todos

Cuento a la vista

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La parte niña del vestido a rayas