jueves, 24 de julio de 2008

Demasiado tarde


Tus pies estaban mojados y desnudos en aquel amanecer de la ciudad del muro. Era la última noche y y tú querías alargarla hasta que fuera tan de día que a tus ojos no les quedara otro remedio que cerrarse. Se respiraba calma en aquel puente sobre el Spree, a pesar de que dentro de ti fluía un torbellino, un montón de preguntas sin respuestas, una cuerda floja sobre la que balancearte. Y siempre el miedo a la caída, al vacío, al desamor. Él se había marchado mucho antes de que la lluvia de verano mojara tus pies. Se había marchado con una promesa en la boca y muchas mentiras dentro. Y tú no sabías si creerle, aunque querías hacerlo, aunque sabías que creerle no era menos doloroso que no hacerlo.

Fue, en efecto, la última noche. Cogiste tus maletas y te fuiste, con las promesas y las mentiras, con las preguntas sin respuestas. Por el camino te entretuviste imaginando que las verdades no dolían, que podíais crear un pequeño universo en el que el mundo girara sin vosotros, ajenos a todo, felices. Fue real un instante, lo sentiste, lo viviste: era una habitación blanca con vistas al mar, eran las líneas de su espalda y tú querías seguirlas, ver hasta donde te llevaban. Fue real, pero sólo un instante. Después el miedo se cumplió y llegó la caída, el vacío, el desamor.


Tiempo después regresaste. Él ya no tenía mentiras que ofrecerte, ni promesas, solo algo abstracto que ni tú ni él queríais definir. La ciudad del muro volvió a mojar tus pies desnudos en un amanecer tranquilo que decidiste alargar hasta que la luz del día te permitiera ver la cosas con más claridad. Sobre el puente del Spree tus torbellinos se ahogaban sin remedio, y no importaban las respuestas porque ya no había preguntas. Las líneas de su espalda habían quedado difuminadas bajo las sábanas de una habitación con vistas al mar. Ya sabías donde te llevaban y no querías seguirlas. Eras distinta y no tenías miedo.

Él supo entonces que ya era demasiado tarde y le dolió.
Pero no lo lamentaste.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta eso de las líneas de la espalda difuminadas bajo las sábanas...Qué estupenda toda la historia. Consigues crear atmósfera y eso es estupendo.

RGAlmazán dijo...

Magnífica historia de desamor.
Un beso.

Salud y República

CarmenS dijo...

Las mentiras en el amor acaban por destruirlo, ¿no te parece?

Gemma dijo...

Aunque parezca un sinsentido, a mí me parece que tu historia tiene un final feliz: a fin de cuentas, ella sale adelante, reforzada tras haberse enfrentado a su pasado.

Berlín es lo que tiene... ;-P

NáN dijo...

Estoy con Mega totalmente. Un final muy feliz con una semilla de tristeza, pero una semilla estéril para el sufrimiento, y fértil por haberlo padecido.

Y de acuerdo con la bruja en lo de la atmósfera.

María a rayas dijo...

mmm
bueno, supongo que la historia no es del todo triste porque como bien dice Mega, ella sale reforzada. Lo bueno del desamor es lo que se aprende de él, por mucho que a veces duela.

De todas formas yo creo que siempre que el amor fracasa deja un sabor amargo, esa parte "podría-haber-sido-pero-no-fue" que tarda en abandonarnos...

¿no os parece?

besos a todos

Cuento a la vista

Cuento a la vista
La parte niña del vestido a rayas