martes, 14 de octubre de 2008

El pescador de ciudad

Nadie entendía por qué el pescador de ciudad seguía acudiendo cada viernes por la tarde a la misma orilla del río a pescar y pensar, a pensar y observar. Los que le conocían sabían que repetía siempre las mismas rutinas. Dejaba el coche lejos, a la entrada del parque, y cargaba con todos los bártulos. Llevaba siempre una gorra, independientemente de que hiciera sol o hubiera nubes, y guardaba en los bolsillos de su chaleco un palo de regaliz que chupetear mientras esperaba que los peces picaran.

Picaban poco y tampoco le importaba, porque al pescador de ciudad le gustaba el silencio relativo de aquel lugar, la oscuridad de los árboles, la luz del río que se abría, contemplar la sombra de la ciudad, escuchar el murmullo de su ajetreo, como una nana lejana. Y pescar y pensar, pensar y observar.

Un mes al año, solo uno, se reunía con otros compañeros pescadores y pasaban una temporada en los lagos. Rodeados de naturaleza, bebían cerveza, hablaban de mujeres y pescaban mucho, mucho más que en la ciudad, donde apenas había peces y el silencio era relativo. Era divertido, pero él prefería, sin duda, la pesca de ciudad, irse a la orilla del río solo, a pescar y pensar, pensar y observar. Le gustaba sentirse dentro del gigante urbano y con su caña y su gusano humanizar aquel lugar de edificios altos, semáforos de colores y olor ácido.

Una de las veces, pasado el mes de los lagos, el pescador de ciudad acudió puntual a su cita de los viernes con el río. Dejó el coche lejos, a la entrada del parque, y cargado con sus bártulos y su gorra se dirigió a su orilla de siempre. Tenía mucho que pescar y pensar, que pensar y observar.

Pero al llegar a su rincón una gran fábrica de enormes chimeneas había ocupado justo la orilla de enfrente. Contrariado ante el horror de la visión, el pescador de ciudad, soltó los bártulos y sacó el palo de regaliz. Tardó unos minutos en analizar la situación pero pronto lo vio claro. Abrió su silla pleglable, sacó su caña y continuó con sus rutinas, aunque lamentó que en el futuro, ya no pudiera volver a marcharse nunca más de vacaciones.

Aquel lugar necesitaría ya para siempre, un pescador de ciudad que lo humanizara.

Pescador de ciudad.
Treptower Park - Berlín
Julio de 2008

11 comentarios:

RGAlmazán dijo...

Si señora, un tipo listo. Supo lo que tenía que hacer. Nada le iba a cambiar su actitud. Justo lo que hay que hacer, no desfallecer ni cambiar de hábitos cuando aprieta el enemigo.
Mejor expresado, imposible. Unna buena parábola.

Salud y República

Gemma dijo...

Estoy de acuerdo con Rafa: la ciudad, sus paisajes, andan tan faltos, los pobres, de personas que los defiendan, que seguro que por eso el asfalto se nos come cada vez con mayor voracidad... ¿David contra Golliat?

Un pescador, éste, muy digno.
Besos

ETDN dijo...

Qué bonito... El caso es que mientras lo leía te imaginaba recitándolo en una sesión de cuenta-cuentos. Muy oral, con las repeticiones del "pescar y pensar, pensar y observar"...

Me ha encantado. Y me encantarís mucho más oirtelo recitar...

besote

ETDN dijo...

me encantaría, quise decir

Anita dijo...

Claro que sí, ni nada nadie puede privar al pescador de su cita diaria. Faltaria más!!!

Precioso relato.

Muakk

Anónimo dijo...

Te roban los espacios, te roban los árboles y el aire, ¿qué hacer? ¿Disimular el disgusto? ¿Fingir que todo sigue igual? ¿O renunciar a tu vida? No lo sé.

María a rayas dijo...

ETDN, la verdad es que no lo había concebido de una manera oral, pero ahora que lo dices...oye, pues sí, lo incluiré en el repertorio...a ver que sale!!!

Rafa, Mega, yo también considero que se trata de un tipo listo,que habitando como habitamos estos lugares terribles que son las ciudades no se puede hacer otra cosa que dotarlas de humanidad, hacerlas habitables...

Anita...y si vas a su rincón frente al río ahí le verás...con su palo de regaliz en la boca...

Cecilia...interesante lo que planteas y difícil la respuesta...no se trata de vivir como si nada, sino de buscar nuestros espacios, de no ponernos trabas (suficientes nos ponen ya los promotores urbanísticos y el capitalismo feroz). Yo soy de las que creo que la ciudad hay que disfrutarla más, hay que cambiarla desde dentro. Soy un poco como el pescador de ciudad, que se niega a que le quiten su espacio (aunque eso supongo pescar frente a una fábrica llena de chimeneas...)

llevado, por ejemplo, al tema de las bicis...desde luego Madrid no es espacio para bicis pero si nos empeñamos (y cada vez somos más) lo será...

¿no te parece una bonita manera de verlo?

besos a todos

AROAMD dijo...

revolución bicicletil?

da mucha cosa volver a los lugares y que hayan roto los espacios

da sensación de hormiguita que nada puede hacer frente al gigante

Anabel Rodríguez dijo...

¡Que bonitos son tus relatos!, pequeñas fabulas de la actualidad.
Mucho ánimo con la revolución bicicletil, y ciudadana.
Besos

Álvaro Dorian Gray dijo...

Aunque yo no soy ciclista y lo sería mucho menos en nuestro Madrid, te apoyo, como al pescador listo.
Saludos y salud

María a rayas dijo...

arou, si que da pena ver rotos los espacios...pero también, y por eso, merece la pena seguir luchando por hacerlos nuestros, porque sigan siendo nuestros...

anabel, álvaro...revolución bicicletil, sí!!! pero es tan poco gratificante la bicicleta en esta ciudad de humos, calles estrechas y gente por todas partes...echo de menos la velocidad...snif snif...

pero todo se andara...

un beso a todos

Cuento a la vista

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La parte niña del vestido a rayas