Sueño con un hombre en la ventana que fuma un cigarro, que mira un mar que huele a tubos de escape y que vive una historia de amor y desamor con las ciudades que no habita. El hombre me mira fascinado desde el alféizar, bebe a sorbos su café recién hecho y se pone a cantar. Yo le pregunto que hace ahí, de dónde ha salido y él contesta en una lengua que no logro descifrar. No hago más preguntas y me dedico a dibujar formas uniendo las pecas de su espalda.
Luego el hombre de la ventana apaga su cigarro, se acerca a mí y me retira el pelo de la cara. Venga, salgamos. Y esta vez entiendo perfectamente cada palabra que se escapa de su boca. Me coge de la mano y me arrastra a la ciudad. Hace frío, tiemblo, es la primera vez en todo el verano. Subimos a un montículo lleno de edificios desmoronados. ¿Por qué aquí? Y le pido que mire más allá. Se ve la torre. Nos entra hambre y nos sentamos en una terraza. Todo el mundo parece feliz a pesar del viento. Yo le cuento donde estaré mañana y él me cuenta a donde se marchará después. Te mandaré una postal, le digo y al sonreír se le dibujan un millón de arrugas junto a los ojos cansados.
Comemos sin prisa, hablamos poco y nos miramos mucho. Somos tan irremediablemente bellos que cuesta apartar la vista. Antes de que empiece a ponerse el sol nos damos un paseo por el parque. Se ha agotado el domingo con tanta suavidad como lo hizo el verano. Al abrazarme para despedirse lo hace tan fuerte que despierto del sueño: el hombre de la ventana se ha esfumado pero en la cocina, no me pregunten por qué, huele a tabaco.
Y en esta casa hace mucho que no fuma nadie.
Luego el hombre de la ventana apaga su cigarro, se acerca a mí y me retira el pelo de la cara. Venga, salgamos. Y esta vez entiendo perfectamente cada palabra que se escapa de su boca. Me coge de la mano y me arrastra a la ciudad. Hace frío, tiemblo, es la primera vez en todo el verano. Subimos a un montículo lleno de edificios desmoronados. ¿Por qué aquí? Y le pido que mire más allá. Se ve la torre. Nos entra hambre y nos sentamos en una terraza. Todo el mundo parece feliz a pesar del viento. Yo le cuento donde estaré mañana y él me cuenta a donde se marchará después. Te mandaré una postal, le digo y al sonreír se le dibujan un millón de arrugas junto a los ojos cansados.
Comemos sin prisa, hablamos poco y nos miramos mucho. Somos tan irremediablemente bellos que cuesta apartar la vista. Antes de que empiece a ponerse el sol nos damos un paseo por el parque. Se ha agotado el domingo con tanta suavidad como lo hizo el verano. Al abrazarme para despedirse lo hace tan fuerte que despierto del sueño: el hombre de la ventana se ha esfumado pero en la cocina, no me pregunten por qué, huele a tabaco.
Y en esta casa hace mucho que no fuma nadie.
7 comentarios:
ajaaaam
Yo no tengo un interés,digamos, informativo. Lo mío es puramente estético :-)
Muy buen texto. Contenido y tierno.
Un beso,
Me ha encantado, sobre todo la foto..
saludos y salud
Anónimo.......
Digo yo que esos sueños tuyos tienen de tener algo de misterio porque los sueños,sueños no dejan olor a tabaco y esa foto tan insinuante.
"La vida es sueño y los sueños sueños son", dijo alguien en su día ¿no?.Pero realmente ese olor a tabaco tiene su misterio...
Muy bien contado, como siempre. Muakks de regreso
(Y la foto, muy chula)
Eso te pasa por tener deseos hiperreales. ;-p
Un beso
Aroa, tu ajaaaaam, ¿no sería más bien un maaaaaaaaja? (pareces de Salamanca...)Nos quedaremos con la duda ;-)
Xavie, me alegra que te haya gustado...(contenido y tierno significa...no cursi?veo que voy aprendiendo;-)
Álvaro, sí que es bonita la foto, a mi me gusta mucho también...es que eso de fotografíar justo en frente del sol tiene su áquel..
Pues eso digo yo también Anónimo, que algo raro tiene esto del olor a tabaco... lo mejor no estaba tan dormida como creía...;-)
Anita, y es que la vida es sueño, que gran verdad...
Deseos hiperreales, sí, pero una vida de lo más surrealista Gemma, te lo aseguro...
besos para todos!!!
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