Ya lo sé. Que nunca escribo nada. Podría ponerte excusas: un ordenador roto, una convocatoria pegada en la pared, un balcón al que le empiezan a salir geranios. Este calor estúpido de verano en abril. No quiero reconocer que dejé de tener amantes fuera de estas fronteras. Que ahora mi amante es esta ciudad y que no hay nada más perfecto que la imperfecta Madrid.
Ya lo sé. Es demasiado tarde para muchas cosas y ni siquiera tengo derecho a quejarme. No soy como esas, soy esa. La chica joven que no puede levantarse de la colchoneta a la hora de hacer abdominales. Rodeada de mujeres de mediana edad.
Ya lo sé. He olvidado tu cara. Me ocurrió ayer. De repente me asaltó clara y concisa. Un gesto tuyo, una mueca que ya no recordaba. Apareció ante mi tan precisa y real que me encogió por dentro. Pero desapareció y ahora ya no puedo por más que lo intente. Ha dejado de ser. Te haces transparente.
Ya lo sé. No hay respuestas para nuestras preguntas. No somos más que sombras. Perfiles en un desierto sin caminos de regreso. Un desierto que devora nuestras huellas. De qué vale preguntarse si estuvo bien.
Ya lo sé.
Que no sé nada.
Ya.