miércoles, 25 de junio de 2008

A oscuras

Nos quedamos a oscuras. Como en aquellas tormentas en Lope de Figueroa, en los pisos de ladrillo naranja donde vivíamos. Mamá encendía unas velas y sólo escuchábamos el silencio tecnológico (ni teléfono, ni televisión, ni radio) y nuestras propias risas. Qué haríamos a oscuras no recuerdo. Podría ser que nos escondiéramos en la habitación pequeña y subidas a la cama jugáramos a naufragar entre cocodrilos, a salvarnos la una a la otra, a curar los mordiscos feroces e invisibles de aquellas fieras. Podría ser también que cenáramos a oscuras, o que a oscuras nos sentáramos los cuatro en el salón, y contáramos un cuento. Puede ser que jugáramos a palabras encadenadas, y como siempre, alguien dijera drenaje justo después de la palabra padre o madre.

Nos quedamos a oscuras tras la tormenta. Esas cosas ya no pasan ahora. Pasaban antes pero ahora no. Nos pilla desprevenidas. Nos asomamos a la calle. Las farolas apagadas, riachuelos de agua por el asfalto, Hortaleza al fondo iluminada. Pero nosotros no. Nosotros estamos a oscuras. Se ha perdido a mi pesar el encanto. No tenemos Internet pero podemos ver una serie mientras dura el apagón. Casi ni nos damos cuenta. Sólo cuando el ordenador anuncia que se agota la batería nos miramos con pavor. ¿Y ahora qué? Se consumen las velas y yo me siento más que nunca esclava de la electricidad.

A oscuras podríamos hacer tantas cosas...
Subidas a nuestro sofá blanco podríamos imaginar cocodrilos salvajes que tratan de devorarnos mientras nosotras, guerrilleras incansables, luchamos por mantenernos a flote. Subidas a nuestro sofá blanco me inventaría alguna historia de amor trágico con final inevitable y retrasaríamos el momento, también inevitable, de a oscuras, irnos a la cama.

Pero no dio tiempo. La luz regresó antes de que se consumiera la última vela. Abrí mi correo con ansia, alguien se abalanzó hacia el teléfono fijo, encendimos todas las luces.
Volvimos al siglo XXI.
Y la oscuridad, desapareció para siempre.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Es cierto... ya no hay el encanto que había. En mi casa no había cocodrilos ni sofás blancos, pero sí un silencio que ahora la electricidad nos ha quitado. Y, cuando se va la luz, nos vamos a dormir por miedo a no saber qué hacer.

Qué triste es el siglo XXI, en realidad.

Avan dijo...

.....y la oscuridad se encendió

Gemma dijo...

A mí que no me desconecten de la red. Es mi alimento. ;-)

Besote

Anónimo dijo...

¿Y qué tal esperar la luz tomando una copa de vino a la luz de las velas y de una buen aconversación?

Anabel Rodríguez dijo...

Que bonito recuerdo, el olor de las velas, el calor que desprendían, y también las linternas con pila de petaca, con las que jugar.
Besos tecnológicos a destiempo

NáN dijo...

Cuanta más luz, menos vemos.

Anónimo dijo...

Qué duro se hace prescindir de la electricidad, de la tecnología. Tengo una amiga que un día a la semana apaga las luces, la tele, el ordenador... y vive a la luz de velas. Siempre me propongo imitarla, pero siempre caigo en la tentación. Y no puedo evitar pensar que seguramente sería de lo más útil...
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Cuento a la vista

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