martes, 1 de julio de 2008

La tierra


Hay muertes que no son tristes. Simplemente son el final de un viaje que llegó a su meta, que alcanzó su destino.

Mateo viajó durante 89 años, vivió una guerra, estuvo en la cárcel en una ciudad que huele a azahar y a sal pero que en aquellos tiempos solo olía a metralla, volvió a su tierra y trabajó la tierra, encontró una compañera y se casó con ella, se deslomó para sacar adelante a una familia de 6 miembros y llegado el momento, se jubiló, dejó la tierra y se sentó en el sillón junto a la mesa camilla a filosofear y ver pasar veranos.

En su viaje, silencioso, tranquilo, reservado, castellano en todos sus rincones, Mateo regalaba de la nada verdades absolutas, versos desorientados y refranes quijotescos.

Siempre en el momento oportuno.

Por eso, Mateo dio por finalizado su viaje cuando se dio cuenta de que ya no disfrutaba con la travesía. Abandonó el sillón, la mesa camilla, los veranos secos y amarillos, la filosofía de los que saben mirar con distancia, y volvió a la tierra, a los campos de trigo, a la meseta donde la vista se pierde buscando el final del horizonte. Se llevó con él, eso sí, toda su sabiduría y ese aire tranquilo que agita las espigas cuando ya no están verdes.

Hay muertes que no son tristes,
simplemente son el final de un viaje.

Lo triste,
es la ausencia que queda
-en el asiento de al lado-
durante el resto del trayecto...

14 comentarios:

SBM dijo...

Ay, Marcela, no te creas que mis comentarios son "amistosos" y que me parece todo bien, pero me ha encantado tu relato. Creo que muchos castellanos (y extremeños como yo) hemos conocido a esas personas que a pesar de sufrir toda la vida, atesoraban una experiencia y una alegría que debe servirnos de ejemplo. Ese tipo de carácter del labrador curtido me ha recordado unos versos de Luis Chamizo (personaje contradictorio donde los haya) donde definía a este tipo de hombres de la siguiente manera:

"d´estos hombres

ya curtios por el frio del invierno,

y tostaos por el sol del meyodía,

y bañaos po las aguas de febrero,

y besaos po la luna cuando duermen

en las eras, junt´al trillo, cara´l cielo.

Qu´estos hombres son los machos d´una raza

de castúos labraores extremeños

que inorantes de las cencias de los sabios

las jonduras d´otras cencias descubrieron

cavilando tras las yuntas

en la pas de los barbechos."

Para después añadir:

"Son asina los cachorros de la raza

de castúos labraores extremeños (o castellanos o de donde sea),

que, inorantes de las cencias d´hoy en día,

cavilando tras las yuntas descubrieron

que los campos de su Patria

y la madre de sus hijos, son lo mesmo."

No sé si tu entrada es autobiográfica, pero en mi caso, yo SOY el orgulloso descendiente de este tipo de abuelos, que aunque no pudieron tener una educación digna, tenían un coraje y una inteligencia natural y un buen sentido que los hacía admirables.
Me has emocionado puñetera.

CarmenS dijo...

Lo triste es el hueco que dejan y que otros, que le querían, contemplan con desconsuelo.

NáN dijo...

Las películas de los años 60 se burlaban de esa gente. Decían que no eran cultos.

Tenían una tecnología no escrita, pero transmitida al milímetro. Sabían vivir en su valle, en su páramo, de lo imposible. Y alimentarnos a todos los demás.

Callaban tanto, pensando para sí (pensar para fuera era peligroso), con la cabeza gacha ante los amos de camisa azul, que además de una tecnología verdadera, tenían conocimiento del mundo.

Nada, salvo la pena de que vayan desapareciendo, podrá llenar el hueco que dejan. El conocimiento del que fueron los últimos poseedores.

Lo hemos perdido nosotros para siempre. Por idiotas.

RGAlmazán dijo...

Preciosa entrada. ¡Qué bien lo cuentas!
Los sobrevivientes de esa generación eran gente fuerte que tuvieron que soportar tanto que aprendieron a vivir al mínimo. Pero siempre salían del paso. Hacían de todo y paliaban el conocimiento, al que la mayoría no tuvo acceso, por la imaginación y la sensatez.
Yo añoro a los míos.
Un pedazo de post, nena.

Salud y República

Anónimo dijo...

Es cierto... hay muertes que no son tristes. No estaba demasiado de acuerdo al empezar a leerlo. Cuando he llegado al final, he cambiado de opinión.

Lo triste es la ausencia, tienes toda la razón.

AROAMD dijo...

me gustó mucho ayer tu forma de asimilar, de verlo... con reflexión sabia
que está igual aquí

y es verdad, el que se queda al lado en el trayecto... cómo lo hará? también nos vamos preparando toda la vida para que eso pueda sucedernos?

mil besos

Anónimo dijo...

Ay... Me has tocado, me has hecho emocionarme, y , no sé, será que estoy muy blanda, o yo qué sé qué. Yo sólo quisiera llegar al final de mi viaje de ese modo, con dignidad. Y marcharme despacito, con la misma dignidad. Y eso sí, dejar una AUSENCIA como una casa de grande...

María a rayas dijo...

B&R, me alegra que te haya gustado la entrada. A mí me encanta reivindicar el alma castellana, creo que es algo infravalorado que hay que defender (no todo es conservadurismo, frialdad y austeridad)y gracias también por acercarnos a Chamizo...

Fusa, sí, es muy duro encontrarse de primera frase: hay muertes que no son tristes, pero lo cierto es que si la muerte es una parte de la vida deberíamos aceptarla con mayor naturalidad, cuando llega sin sobresaltos, en el momento justo, aunque nos duelan las ausencias que ésta deja.

Cecilia, es verdad, el hueco, ¿con qué lo llenamos?

Nán, nunca consideré que mi abuelo no fuera culto, la verdad, ni se me había ocurrido, pero es cierto que nunca supimos absorber toda su sabiduría y que por idiotas, se nos ha hecho tarde.

rgalmazán...la sensatez...sí, es la palabra que define a esa generación...cuánta nos falta en este mundo de locos!

Jar, mil besos de vuelta...

Bruji, una AUSENCIA como una casa de las de antes de grandes (cuidado con los minipisos;)No me cabe la menor duda, aunque para eso aún falte mucho...

abrazo a todos!!

La independiente dijo...

María,
Un gran post. De verdad emocionante. Y sobrio, tal y como tenía que ser.

Me ha encantado.

X.

Gemma dijo...

Marcellita, un bonito homenaje éste que brindas.

Besote

Gemma dijo...

Se me olvidó: ¡Y qué foto!

silvana melo dijo...

Conozco de ésos que se bajan cuando el tren deja de ser el porqué de un rumbo. Cuando la ginebra ya no tiene ese sabor quemante cuando baja. Vi muchos en la Argentina, muchos de tu patria. Y veo todos los días al que se cansa y dice ya está.
Fue muy bello entrar aquí.

NáN dijo...

No, yo no decía que no fuera culto, sino todo lo contrario.

Lo que decía es que la gente del campo fue despreciada por los "listos" de ciudad desde los tiempos del "desarrollismo" (años 60). Cualquier tipo que vivía en la ciudad y trabajaba con traje y corbata volvía en vacaciones a su pueblo y se creía mejor que los que vivían allí.

No quiero hablar aquí de condiciones políticas, de clase sacrificada para poner en marcha la industria ni nada de eso.

Lo que quiero decir aquí y ahora es que hemos tirado por la borda, por nuestra estupidez, tres o cuatro generaciones de gentes del campo que tenían una cultura y una tecnología de un valor enorme y claro. Y que se han ido llevándose con ellos conocimientos que se fueron haciendo durante siglos y que ahora hemos perdido para siempre.

Nos lo merecemos. Por estúpidos.

Han vivido cerca de nosotros, grandes, sabios, humildes y resistentes. Pero ya no están o no van estando. Y se ha roto la cadena de transmisión.

A tu pena personal por la ausencia, le sumo mi pena personal de amigo. Pero por encima de eso le añado la pena colectiva por el hecho de que nos falte, irremediablemente ya, toda su cultura y sabiduría.

Una nota aparte: mi hijo dedicó varios años a una tesis sobre el curso alto de un pequeño río del norte. En las primeras dedicatorias, además de científicos de renombre y todo eso, incluía al campesino que tenía la casa cerca y su familia, por todo lo que le había enseñado, él, y por el trato amabilísimo que le habían dado él y la familia. Ponía al campesino y a la familia en pie de igualdad. Esto sirve de muestra de una nueva sensibilidad que comparten todos los científicos que se relacionan con la gente del campo. Un tú a tú entre sabios que trabajan la tierra y sabios que la estudian.

Las cosas van cambiando, pero es tarde.

María a rayas dijo...

ejem ejem, Mega...debo reconocer que no tenía a mano ninguna foto y tire de Internet (no ponía autor así que no dije nada) lo que sí que hice, como siempre, es aumentar el contraste de colores (ya sabes que me encanta)¿quedó bien, verdad?

silvana, bienvenida al vestido a rayas!!

xavie, me alegra que te haya gustado!!

nán...ya hablamos del tema ayer, y sabes que comparto tu opinión, que la locura de la ciudad ha matado el espíritu de los pueblos, que hemos olvidado nuestras raíces y que hemos dejado que se pierda esa parte tan importante de nuestra cultura...

pero volveremos a la tierra, ya verás, es esta una época de cambios, aunque no nos demos cuenta..

un beso fuerte a todos

Cuento a la vista

Cuento a la vista
La parte niña del vestido a rayas